“Me pregunto sí alguna vez tendré el valor simplemente admitirlo y me respondo dudosa de anular mi curioso sistema de autodefensa, ( que alguien lo definió como la actitud ante cualquier situación, por dramática, inesperada o traumática que fuera, que no reflejaba mi huracán interior. Lo comparó incluso con una corona, que puesta sobre mi cabeza nada ni nadie hacía tambalear y doctamente agregó: los jugadores habituales de póker suelen tener un control semejante y no demuestran nada ante una buena mano o una mala carta, menos aún la alegría de saberse ganadores de antemano, como tampoco el dolor de la derrota. ) Pareciera que es así y que yo soy como soy. Me cuido como niña bonita para no exteriorizar totalmente lo que siento, experimento o me afecta y me paso la vida poniendo cara de póker, para defenderme de todo, descolocando de esa forma a mis oponentes. Lo peor de este sistema es que no permito que nadie bucee en lo más recóndito de mi alma, aunque a veces sea tan permeable como la que más y en ocasiones mis ojos, mi sonrisa y todo mi cuerpo me delaten y griten al viento lo que siento. Y mientras escribo voy pensando sí alguna vez lo diré, sí alguna vez lo admitiré y forcejeo con mi manía de auto defenderme de todo y de todos y aunque normalmente me hago la valiente...siento una suerte de debilidad ante la aceptación en voz alta de la realidad que me apabulla.....”
Hasta ahí llegué con la lectura, el libro que contenía este especie de relato o confidencia estaba entre otros muchos que mi hija mayor había dejado en el desván cuando terminó sus estudios universitarios. Me resultó altamente curioso lo allí expresado, tal vez porque nunca me habría imaginado encontrar entre esos libros un pensamiento que creía casi único y de mi exclusiva propiedad y me quedé con él entre las manos, un poco comparándome con ese ejemplo de otra realidad, que no me cabía la menor duda que era una mujer la que relataba y quise saber más, llegar hasta el punto de saber cómo resuelve o cómo enfrentaba su mecanismo de autodefensa, pero el autor, cuyo nombre no recuerdo, pero que estoy segura que sí se lo menciono a mi hija ella me dará toda una cátedra sobre el tema, cambió abruptamente a otro ejemplo y continuó con otros temas relacionados, que nada me decían y me quedé ahí, entre libros y apuntes viejos, pensando que en el mundo más de una persona sufre de lo mismo o puede ser nuestra alma gemela.
Una cosa me llevó a otra, siempre ocurre cuando hago policía , al encontrar las más sorprendentes cosas olvidadas en algún rincón, como esa muñeca que con sombrero me mira como preguntándome por una de mis hijas, pareciera que espera a que su dueña la rescate del abandono en que se encuentra y la considere útil todavía, y así me sorprendí pensando que , al igual que la muñeca muchas personas - cuando han cumplido con gran parte de la tarea que les dio la vida - también experimentan la necesidad de ser útiles, actuales y vitales.
Tengo lo que se llama una edad mediana, ya no soy joven y aún no soy una vieja, pero voy camino a la segunda parte de mi vida, a esa que nadie se atreve a definir con claridad y exactitud, la llaman : la edad madura, que a las postres resulta de pronto tan difícil como la pubertad, porque todo cambia rápidamente y una mujer que se precie de tal, quiere cerrar los ojos para no ver los cambios que le ocasionan las hormonas o la falta de ellas en el carácter y en la piel. Sí, duele tener que admitir que la piel comienza a marcar más fieramente las líneas de las penas y las alegrías, esas que se conocen por arrugas, patas de gallo o expresiones faciales y que no son otra cosa que una marca clara y precisa de que los años no pasan en vano. Entonces uno se pone sensible y cualquier cosa nos descoloca, el genio cambia y el carácter se hace más marcado hasta el punto que muchas se ponen de malas pulgas, o bien se vuelven completamente locas tratando de sostener eternamente la juventud, que sin duda alguna...ya pasó hace un largo rato y para ello echan mano de cualquier cosa, llámese ésta cirugía plástica o crema rejuvenecedora.
De nada valen los trucos de maquillaje en esta etapa de la vida, los años pasan cada vez más rápido y me gustaría saber en qué libro podría encontrar la receta para aprender a envejecer con dignidad y lograr ser además de madura, graciosa e incluso hasta una buena moza abuela. Ahí está el punto clave del asunto y hay que intentar lograrlo.
La siguiente caja que abro contiene cartas, reconozco en algunas de ellas la letra de cada una de mis hijas. Son sobres de colores ya apagados por el tiempo, pero también hay otras que pienso que alguna vez fueron importantes para ellas. Veo el reverso de una y leo el nombre de un muchacho que creo recordar y luego de otro que no visualizo y así van pasando frente a mis ojos las distintas misivas, algunas ordenadamente atadas por un viejo lazo infantil y nuevamente me asalta una pregunta, que como una chispa genera un incendio en mi cerebro y me lleno de pavor, acabo de accionar una bomba de tiempo...
Me pregunto: ¿Qué ocurrirá el día en que no esté, más bien dicho haya muerto y mis hijas ordenen mis cosas...? Por cierto todas ellas las encontrarán desperdigadas por la casa y entonces hallarán mis papeles, que a diferencia de los de ellas no están en éstas cajas del desván. Y... cuando los encuentren, descubrirán esas cartas que guardo y nerviosa me digo que debería deshacerme de algunas, pero por otra parte me niego rotundamente, porque no quiero y no puedo pasar sin ellas, forman parte de mi doble vida.
Qué increíble suena decirlo, pero es una realidad perfectamente sostenible, todo el mundo tiene una doble vida, generalmente la una o la primera tiene que ver con el hogar, los hijos, la familia y el entorno natural de cada persona. La segunda es la que se hace fuera del hogar y que casi siempre es denominada vida de trabajo, actividad laboral, curricular o lo que sea, y ésta es la que da cabida a las variantes del sistema, porque siempre tiene subdivisiones, que le permiten o le han permitido al hombre básicamente tener una vida paralela, que tradicionalmente ha estado oculta y que las abuelas de entonces llamaban: deslices.
En la vida de trabajo y sus segmentos, está inserto el concepto de la manutención de la familia, pero también les ha permitido a muchos hombres mantener relaciones extramatrimoniales, que posiblemente en la época de mis abuelos eran del todo discretas, porque los pueblos eran más chicos, no habían moteles por hora y todo el mundo se conocía. Hoy en cambio las ciudades son selvas de cemento donde a nadie le importa lo que hace el del lado, lo que sin dudas beneficia a los amantes para sus encuentros furtivos.
Doble vida, es un tema largo para reflexionar y una daga que cala muy hondo en mí, porque recuerdo cuando aún tenía ilusiones, esperanzas y era muy joven. Vaya si se yo de estas cosas, un día cualquiera descubrí que formaba parte de un triángulo, en un ángulo estaba una rubia, en el otro mi marido y por supuesto en el que quedaba libre estuve yo durante mucho tiempo. La rubia con el tiempo fue reemplazada por una morena y ésta por una castaña, luego de nuevo la rubia y nuevamente cambiada por otra u otras y así sucesivamente hasta que un día me dije: Basta! No más! y procedí a dar vuelta la hoja y al igual que la mujer que hablaba en el texto del libro de psicología, desarrollé óptimamente igual mecanismo de autodefensa y aprendí a poner cara de póker, con una facilidad que hasta el día de hoy me impresiona. Desde entonces a la fecha, nunca más se tambaleó mi corona sobre la cabeza, ni siquiera cuando la brújula de mi vida enloqueció y descubrí que era capaz de enamorarme como una colegiala, lo que obviamente me llevó a los tiernos y embrujantes brazos de mi primer amante.
Que extraño suena decirlo y admitirlo casi en voz alta, pero estoy sola ordenando este maldito desván, que se ha transformado con el tiempo en el gran basurero de la casa, donde todo lo que sobra o no se usa viene a parar aquí, sin ningún respeto por sus rincones y sus telas de arañas.
Así es, siempre está latente la posibilidad de una primera vez, y yo me encontré con ella sin casi darme cuenta, la situación me sorprendió inicialmente, porque mientras más años tiene uno, menos cualidades físicas cree tener, no hay que olvidar que la rutina ha apresado entre sus garras a la coquetería y las reuniones de colegio, los comité benéficos y todas actividades sosamente sociales desgastan el tiempo y el espíritu, y como saliendo de un mal sueño descubrí que era capaz de conquistar la atención de un hombre y me abracé a ese descubrimiento y me sentí diferente, hasta podría decir que fui pecadoramente feliz por algún tiempo y digo así por una cuestión de principios, en los que la fidelidad juega un papel importante, hasta que la vida le demuestra a uno lo contrario y se terminan los cuentos de hadas y todo cambia, hasta el punto que casi me siento exculpada y cada vez que me refugié alegremente entre sus brazos y sus manos me acariciaron, acepté hidalgamente que estaba jugando al mismo y tradicional juego de los varones de mantener dos vidas separadas totalmente: una era mi hogar y mi familia y la otra, sin lugar a dudas, la aventura de un amor irresponsable y clandestino, sin obligaciones de ningún tipo y donde se espera sólo momentos de felicidad, aunque estos sean minúsculos, escasos o de corta duración.
Hace unos cuantos años una amiga me confidenció que ella mantuvo una relación de éstas por largos años, nunca nadie descubrió sus días miércoles y cuando por razones que no vienen al caso analizar ni menos señalar o puntualizar todo terminó, ella continuó su vida como si tal cosa, incluso me decía que después de lo pasado creía haber resultado beneficiada, porque de alguna manera su autoestima había crecido.
La verdad es que no la entendí entonces, pero ahora, con la perspectiva del pasado y de lo vivido, comparto plenamente sus palabras, a cualquier mujer le hace bien saberse deseada, en cualquier etapa de la vida o a cualquier edad.
Una caja destartalada y vieja, que he encontrado guarda fotografías, pálidas en sus colores por el paso del tiempo, lo que nuevamente trae a mi memoria el paso de los años en el hogar formal, con hijos y problemas típicos de su crecimiento. A medida que ellos crecían y se independizaban, yo también lo hacía y juntos íbamos madurando y modificando la visión del mundo en que vivíamos, por ese camino descubrí, entre otras cosas que, era agradable guardar y mantener en secreto lo sucedido con mi amante, nadie que nos conociera podría haber supuesto otra cosa que no fuera una relación amistosa producto de aficiones comunes. Por esos días también descubrí que el tiempo no pasaba en vano, mi matrimonio se desgastaba día a día, no voy a decir que la culpa fue toda de él, o que era de mi exclusiva responsabilidad, creo en cambio que ambos aportamos nuestra cuota para el fracaso y éste se hizo tan evidente que cada quién empezó a hacer su propia vida y en esos momentos el destino se encargó de distraerme, tal vez para que no me diera cuenta de lo que ocurría a mi alrededor : volví a enamorarme. Fue curioso por llamarlo de alguna manera, la verdad es que, un sinnúmero de coincidencias nos llevaron a encontrarnos y así de pronto me encontré en sus brazos, como sí toda la vida hubiese debido pasar para que llegara ese momento. Fue todo tan natural, que hasta el día de hoy me llama la atención, no hubo un pie forzado, excusas, persecuciones o coqueteos excesivos, nada de eso, solo una gran capacidad de comunicación, que nos permitió dialogar hasta sin palabras. Realmente fue un período maravilloso, sin ataduras de ninguna especie ambos disfrutamos de nuestra mutua compañía, hasta que un día cualquiera dejamos de vernos. Es curioso, entre las fotografías de la caja hay una suya, sonríe y pareciera que me está enviando un beso desde el pasado, el mismo beso que no me dio como despedida.
La caja de las fotografías era más bien pequeña, en comparación a la que abro ahora, ésta contiene ropa de todo tipo, grande, pequeña, de lana, de algodón, unicolor y floreada. Son prendas que usaron mis hijas y algunas mías, cada una de ella grita a su modo un período de la historia familiar y riendo me digo: sí este vestido hablara....qué cosas diría? Es casi una bendición que la ropa no nos delate, de otra forma la industria del ramo tendría aún más movimiento que los devaneos de la moda, muchas mujeres tendrían que deshacerse de prendas casi nuevas so riesgo de ser descubiertas en sus infidelidades y yo ese vestido negro lo llevé puesto tantas veces, era mi preferido y quizás el más fácil de quitar... Y claro, estoy hablando de mi doble vida y éste fue uno de los que más fielmente me acompañó en las diversas situaciones que viví, como en aquél flechazo incontrolable durante en el cumpleaños de una amiga; los invitados deben haber superado el centenar, sin embargo sin habérmelo propuesto ni soñado, encontré a un hombre extraordinariamente curioso, misterioso y atrayente, con el que pasé gratamente la velada, hasta que el sol marcó el nuevo día.
Dije flechazo porque aquello más pareció un toque maestro de cupido, aunque sólo duró mientras la fiesta existió, posteriormente todo fue distinto, algo me decía que era mejor olvidar y sin embargo no lo hice, sin pensarlo mucho dejé que su atractiva personalidad me envolviera y me sumergí en el calor de su cuerpo, me maravillé con su claridad mental, me enamoré de su inteligencia y de su capacidad de comprensión, en suma, perdí cualquier duda inicial y todo fue diferente por un largo tiempo.
Hace dos meses le permití a mi corona ladearse y mi otro yo borró de mi faz mi típica cara de poker, cual volcán vomité todo lo que sentía y todo lo que había experimentado a lo largo de mi vida matrimonial y corté finalmente todo lo que me mantenía atada al pasado y ese corte incluía al que había sido mi marido por más de 20 años.
Las cajas correrán diferente suerte, algunas se irán a la basura, otras a las manos de mis hijas para que ellas decidan sobre su contenido y otras las volveré a guardar para posiblemente, en algunos años más, volver a revisar con ellas mi vida y hacer un balance de lo bueno y lo malo que me dio.
Por lo pronto considero positivo lo revisado, hace bien de vez en cuando enfrentarse con las verdades que una misma se ha buscado, fabricado o simplemente ha creado. Ahora lo que me queda por hacer es desocupar este desván y también la casa, tengo que mudarme y comenzar una vida nueva, de la que no sospecho qué me deparará, pero que, en todo caso la considero casi como el último desafío y el último intento para ser feliz.
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