Una sonrisa al caer la tarde aleja las fatigas del viejo caminante. No tiene precio, pues no se lo puso nadie pero es el sencillo pan que sacia el hambre. Hambre de esperanzas entre afanes de calle que me hacen mirar al suelo al no ver a nadie. Perdida mirada que se arrastra en la calle, los pasos del sueño ya los borró el aire. Y allá en la plazuela quedan los dorados trigales en una blanca paloma del poeta al caer la tarde. Llegado la noche que durará hasta quien sabe cuando uno se vuelva para que la sonrisa le regalen. Joan © Bosch 12/05/10
Texto agregado el 12-05-2010, y leído por 124 visitantes. (4 votos)