Cuando el invierno llega a mis ojos
y aquel viento frio
recorre por mis venas,
es cuando mi ánimo prefiere
hundirse en esa huella
y quedar ahí,
aislada
y ser arrasada por el viento
que no discrimina
cosa alguna para borrar.

Cuando las manos se congelan
en la esperanza de encontrar
calor o fuego de pasión,
es cuando la luna tiene que salir abrigada de noche
pendiente si tomara un resfrió.

Cuando todo es oscuro
y el alma del amor
choca constantemente,
porque la falta de sentimientos
nubla el camino
volviéndolo resbaladizo y peligroso,
es ahí cuando
la voz a un paso de gritar
pide misericordia
y no ser olvidada,
ya que, cuando la palabra es muda
pierde el sentido,
a tal punto de contagiar a los ojos de querer
volver a mirar hacia delante,
en la espera de tomar el rumbo
y avanzar.