EL CORTADO


De chico soñaba con ser peluquero, pero su padre, un gaucho con todas las letras, no se lo permitió, y lo obligó a trabajar junto a él en el pequeño campo que le arrendaban a su patrón.
Lo poblaban un sinnúmero de animales, desde caballos hasta gansos; el que más le gustaba era la oveja, sobre todo cuando venía la temporada de esquila. Él era quien les cortaba la lana a las ovejas. ¡Qué placer verlas desnudas corriendo por la pradera!
Pero el tiempo pasó, se casó con una mujercita de pelo corto, su padre murió y ya no quedaban animales para pelar. Con el correr de los años, mitigaba su obsesión por las ovejas cortando el pasto del jardín de su casa. Lo hacía casi todos los días. Cuando asomaba el sol, pasaba horas con su guadaña tratando de cortar la gramilla que se le salía de la raya.
Era tal su ofuscación que ya casi no atendía a su mujercita quien desesperadamente le pedía por un hijo. La joven no lo soportó más y un día tomó la hoz y le cortó su cabeza mientras medía la altura de un pasto rebelde.
La inocente mujercita sintió tanta pena en el entierro, que inundó de flores a su tumba tapándola completamente. A la mañana siguiente aparecieron cortadas.