Sólo ibamos a sentarnos a tomar otra de esas tantas tazas de café (mentira, jamás en la vida nos tomamos café juntos).
Él tenía ganas de mentirme, yo tenía ganas de que me mintiera. Entonces no me habló sobre todas esas cosas que nunca me contó que hacia, y no me contó tampoco que pensaba, ni que sentía. Al mirarlo no le pregunté si por una vez en su vida podía serme realmente honesto y decirme absolutamente toda la verdad sobre todo eso que nosotros sabemos, y que en realidad sólo él sabe porque jamás me lo dijo.
Me hizo recordar todas esas cosas que nunca compartimos, lo que no fué, lo que no sería. No me dijo que me amaba, ni que me extrañaba, ni que me necesitaba a su lado, o sí, tal vez me lo dijo, pero lo conozco, va, no lo conozco, pero conozco su forma de mentir, cuestión si me lo dijo, obviamente mentía.
Me levanté para buscar más café (de ese que no tomabamos juntos), entonces, mientras hacia el café, no, no hacia café, algo hacia, pero no era café, nunca tomamos café, el café no existe, jamás existió, o tal vez si, pero no en mi historia, acá no hay café de ningun tipo.
La cuestión es que al volver, no había nada, nunca lo hubo. Entonces el corazón se me volvió a comprimir (en realidad nunca dejo de estar comprimido) y entonces los cadáveres de las mariposas (esas que él mató), desaparecieron, entonces ahi si quedé realmente vacía. |