Ave fénix no supiste ser, te fue imposible resurgir de las cenizas y volver a comenzar. No fuiste apto para entender que la vida no es cruel, simplemente eres tu el que la complica al suponer que es injusto todo lo que altera y no te hace feliz. Pero entiéndelo, todo estuvo de tu lado; pude ser lo que tu querías, bastaba simplemente con imaginar, o mas sencillo aún, solo debías pedirlo; y en las sutileza del mas breve parpadeo, verías materializado cada anhelo... Pero no supiste ser ave, renunciaste a la libertad para convertirte en el lastimero recuerdo de lo que construí para ti. Y ahora vagas sin rumbo, esclavo de tus miedos y con esa idea infundada de encontrarme en otra persona, de oír en sus palabras todo lo que alguna vez escribí solo a tu ser. Podrás jurar que ya no me sientes, que tu dolor y mi nombre ya no se relacionan, que soy comparable e incluso un tanto sustituible; pero sabes que en tus adentros aún arde esa parte de corazón que guarda todo lo relativo a mi, y que entre mas trates de olvidar, solo consigues aferrarte al pasado que tanto quieres dejar atrás... ¿Y yo? De súbito vuelvo a abandonarte. Te encierro en aquella caja donde envejece todo lo relativo a ti: cartas con las que armé el rompecabezas de tu vida; el lado que solo quisiste mostrar; la fotografía que guarda aquella expresión fascinante; las impresiones e imagen que me creé de ti; las palabras proferidas e impensadas; los impulsos de tu joven corazón; las tonterías banales y los infantiles sentimientos. Ese amor platónico que perdió el encanto repentino, y que pereció con los años para, al igual que tu, ya nunca renacer... Y al final, todo se remite al episodio de una historia del ayer, cuya moraleja se mantendrá vigente: Vivir sin ti es posible.