El día que perdí mi primera batalla
Nos tomaron por sorpresa, venían del rumbo de San Julián, me pareció devisar al general Amaro, siempre tan limpiecito a pesar del terregal, brillaban sus ensignias y la aguilita de su gorra, era el mesmo diablo como le gustaba darnos lata, hasta se me afiguraba que lo hacia por purito gusto, íbamos por el camino real y pronto nos dieron alcance, el trote que traibamos desde Jalpa correteados por los federales, no les daba ya juerza a las bestia pa juír. Tuvimos que hacerles frente, nosotros éramos apenas unos veinte y ellos eran artos, muy muchos. Nos salimos del callejón y les hicimos frente como dios nos dio a entender, las balas nos silbaban por todos laos, yo les hice juego pa que me siguiran, ansina montao en mi cuaco “el chamaco” rete bien educao por eso le puse ese nombre, cuando lo amansé de potrillo y le llevaba sus pedacitos de piloncillo y se lo arrimaba al hocico se quedaba silencito y rete obediente mesmamente como un chamaco, por eso cuando le dije a mi padrino: --¡mire nomas si hasta parece un chamaco!—él se carcajeó y me dijo: --¡pos ahí ta, ya tienes nombre par tu cuaco!—y dende entonces; pos se le quedó “el chamaco”.
A trote y parao sobre los estribos, les hice unos cuantos blancos, nomas divisaba como se iban ladeando y allí se quedaban con su sangre bañando la terregosa polvareda cerquita del cerro del carretero, mi compadre Atenojenes Mujica se había jalao a ocho pelaos de lado poniente del callejón y como podían se iban defendiendo, algunos de aquellos gûenos hombres, pos no le sabían a las armas y nos mas tiraban a lo menso, luego luego nos tumbaron algunos, como al chamaquillo aquel que se me arrimó con su escopeta de chispa y me dijo: --¡déjeme ir con uste señor, yo quero morir por diosito, mi ama dice que uste es un gûen cristero y que si diosito me llama me voy derechito al cielo!--, nomas lo vi ladearse de su vieja mula y me voltio a ver con esa mirada de los que se están despidiendo, pero se le veía calmao muy calmao, como quen sempre ha sido obediente con sus tatas.
Ya cuando me la vide muy dura, hice que mi chamaco brincara la cerca y me puse a tiro de los federales, pero voltiao seguí tumbando pelones, espueleé a mi pobre “chamaco” que ya casi se me reventaba, sabia que adelantito me podría apiar del, y pecho tierra bajo unos garambullos les podía dar batalla a esos mendigos y mi “chamaco” enfilaría por el rumbo del Rincón de Chávez; el estaría a resguardo y los sardos se atorarían allí por el cañón que estaba adelante.
Me apie y les di guerra; nomas vi como el generalito se ladio cuando le tire con el máuser y clarito vi, como se jue de lao. --¡Hey, así jue comadre, pero pos le quede mal y no le pude cuidar al compadre, y pos ya nomas se lo pude trair su pa que le de cristiana sepultura!--
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