(De la serie Momentos)

Un día deseé estar en este punto: una encrucijada.
Necesitaba saber cuál era mi elección fundamental, a saber, la de existir.
Desde entonces esperé la oportunidad.

Hoy la vida me detiene justo allí.

El espacio y el tiempo no son los que aprendí, aquí todo es equívoco, todo es a la vez, todo junto.

Nada.

Los días son largos desafíos sin derrotas ni victorias; las noches, por su parte, prometen descanso y son eternas cuando desnudan su oscuridad.
Las miro, las respiro, las escucho, las camino.
Son cuartos que recorro sin hallar puertas ni ventanas, ni fábricas de anhelos, de suspiros, de nostalgias y de otras noches.

Salgo de ellas – no sé cómo – a campo abierto.
La negrura de pronto es paisaje, y un corte, en el cielo, es el único espejo en el que puedo mirarme.

(Si este momento durase más de un segundo sería demasiado para mi sola)

La voz se subordina al silencio: no hay nadie.

Será un milagro que salga el sol y que un rayo de luz me declare viva.
Por nada cambiaría este instante en el que la belleza promete vida y recuerda la muerte.
La imagen de este cielo dividido es la revelación de mi sutura y dolorosa división.
Es en este punto en el que un misterioso artilugio sostiene mi vida y es un alivio dejarme sostener por ella.

Ahora lo sé: existo justo aquí.


Sólo en este lugar algo da testimonio de mi existencia elemental, libre de toda mirada, en esta nueva dirección sin geografía; no quiero dar cuenta ni entrar en ninguna agenda.
A nadie habré de cambiarle, para bien ni para mal, sus días y sus noches.
Todo lo que veo no es lo que vi, ni lo que era.

Lo acepto: soy para mí.

Ningún verso habrá de sujetarme al mejor de los poemas.
No seré inventada, ni cantada, ni soñada.
Seré silencio en este tiempo de ensueños y verdades.

Sabré de mí cada vez que el cielo abra sus ventanas y la luz confirme mi existencia.


Prometo no preguntar para qué.




© Cristina Chaca