METAMORFOSIS
Los primeros síntomas me aparecieron a la madrugada mientras dormía, pero fue con la luz del albor que descubrí su verdadera dimensión. Al principio fue la piel, luego el pelo y las extremidades, para al fin pasar por mi tronco y transformarme por completo en un sujeto desconocido.
Pensé que era una infección que me había tomado por sorpresa o una extraña enfermedad que se propagaba por doquier, pero de a poco fui comprendiendo que estaba sufriendo una completa mutación de mi cuerpo y alma, tan rápida que no me daba a tiempo a tomar ninguna decisión. Mi piel cambiaba de color vertiginosamente, mis escamas se transformaban en uñas transparentes, mi pelo se tornaba fino, mis extremidades se reducían ahora a solo dos.
Sentí odio, repugnancia y sed de venganza. Busque culpables donde no los había, maldije a los posibles causantes de mi tragedia y sentí deseos de matar. Antes lo hacía para sobrevivir, pero mi nuevo cuerpo y mente me inducían a hacerlo sólo por placer.
Con la perdidas de la mayoría de mis habilidades, estaba ahora condenado a sufrir las consecuencias del cambio. Mis sentidos se reducían a unos pocos, mis movimiento eran casi nulos. Ya no contaba con el poderío de mis garras y mis dientes ya no tenían el filo para desgarrar.
Fue por el precario sentido de la vista, que descubrí la verdad. Al acercarme al vidrio supe que ya no era el mismo de antes, se había producido dentro de mi una terrible metamorfosis, quizás la peor imaginada por nadie. Supe, frente al espejo, que me había transformado en un ser humano.
GABRIEL FALCONI
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