LLegué a esta ciudad hace dos años, a la espectancia de nuevas vivencias y sensaciones. Encontré hace poco unos ojos verdes que venían de muy lejos (de tan lejos como de donde vengo), y me hechizaron con el embrujo de las aguas y las hojas de los bosques más frondosos. Esos ojos se acercaron tatuados en los iris de amapolas que entre los dos teníamos que hilvanar, y que poco a poco vamos hilachando. Ya tenemos muchas entrelazadas, y aun nos quedan todas por delante.
En esta ciudad encontré lo más bonito, gracias al azar de los azares y al pulso vital de la existencia. Gracias a todo, y sobre todas las cosas, gracias a las hadas remolonas de mi corazón.