Relato erótico.


Las velas se apagaron lentamente, mientras nosotros seguíamos nuestra conversación.
La luna te alumbró con esplendor, creando en mí un deseo carnal.
Dejé de hablar y comencé a besarte desenfrenadamente, con lujuria y pasión.
La bestia en mi despertó, desgarrando toda tu ropa, vislumbrando partes de tu cuerpo.
Terminé de desgarrarla con los dientes, mientras tu rostro se tornaba en satisfacción.
Nuestros cuerpos sudados expelían un olor a excitación y un sabor a erotismo.
El borde de la cama era el límite para tal pasión descarrilada.
Quería presionarte fuerte junto a mi cuerpo y hacerte el amor en toda la casa, pero
No podía controlar mis actos, estaba fuera de mí.
Tu voz ardiente en mi oído retumbaba toda mi mente, y esta decía: Hazme tuya.
Mis manos se deslizaban velozmente por tus partes erógenas, que hacían nacer en ti un gemido mudo.
Estabas a mi merced, eras mía, ya no había vuelta atrás. Lo que se venía lo ansiábamos muchos años.
Sigilosamente tome tu espalda y te presioné a mí, estaba tan dentro de ti que tu rostro me lo decía.
El vaivén nos provocaba sensaciones únicas y placenteras, que parecía que moriríamos entre nuestros brazos.
El cuarto y las paredes testigos mudos, nunca dirían lo ocurrido al momento de hacerlas temblar al acabar con un gemido húmedo y bajo las sábanas.
Mansamente nuestros cuerpos lacios cayeron desbordándose de la cama.
Un suspiro unísono y casi palpitadle en medio del denso vapor que expulsábamos creó un eco.
Te amo… Nos dijimos y nos abrazamos y dormitamos hasta la presencia de un nuevo amanecer.

Esteban Olmos Falconi

25/04/2010