Érase una vez…
Son hijas del nublo y el aguijón,
del deseo y la pasión,
de un “te quiero”, un “no me olvides”,
Historias de amor y cicatrices,
de “érase una vez”
y “no comieron perdices”…
Como esta que encontré, de madrugada,
en un charco de ginebra,
y, sonriendo, coqueta,
me preguntó: ¿te acuerdas de mí?
-Salió, como un duende, del pasado.
El ayer vive a la vuelta de la esquina
de hoy y aquí-
“Te juro,
que saldré de tu cabeza,
si escribes un poema
que diga que fui…
La boca que jamás dijo te quiero,
un corazón sin dueño,
los labios prohibidos…
El cuerpo que nunca desnudaste,
la piel que acariciaste
solo en sueños…
Aquella que, sin querer, te ha herido.
Tu pulso, tu aliento, tu latido.
La huella que no borra el olvido,
el poso de un suspiro de tristeza,
la que escogió “sin ti” a “estar contigo”…
Anda-me dijo-
llévame a un rincón,
Y, a solas,
de corazón a corazón,,
pregúntame si te he querido…
y luego, cuando me haya ido,
viste con primor
esta hija de los dos,
y échala a volar…
Se fue, como llegó, sin avisar,
dejándome el calor de su aliento en el oído
“Adiós, se que te hará llorar
escribir esta canción
a lo que pudo haber sido…”
© isidromartínezpalazón- junio 2009
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