No encuentro voces que vuelen de mi boca con elegancia, cuerpo, y lógica. Perdida ando sin encontrar la musa de mi inspiración. ¿Dónde estás?, ¿dónde te escondes?. Te imagino como princesa alada, toda de blanco y de pelo dorado, sentada a mi lado con lluvia doroda cayendo a tus pies. Muda estás y permaneces recostada, pareces dormida, cansada. Tengo mis historias, mis tragedias, y aventuras. No me faltan cuentos, no me faltan lamentos, pero todos me parecen pobres para lo que pretendo. Que osada, que atrevimiento, creerme que puedo escribir lo que ni siguiera acierto a decir. Miro al cielo, con ojos deslumbrados por la belleza de este mundo tantas veces narrado. Oigo violines de música celestial para tocar el cosmos y mi parte espiritual . Leo los versos de los sabios y sus palabras inundan mi alma, entrando en vergüenza y desesperanza, con toques de admiración y un poco de atrevida ambición. Si pudiera de la pluma escribir palabras cantadas que abran a las almas, y al ser perdido le den el encuentro merecido. Si fuera capaz de calmar las tristezas con la clarividencia de una frase con esencia. Si al mundo pudiera abrir mi corazón, mi alma y entre tanto compartir con ellos no mis lamentos sino palabras de aliento. No es cuestión de la musa, que en vigilia reposa. Tampoco de imaginación. Algo aturde mi mente, ata mi voz, no deja que las cosas fluyan, las retienen como si fueran suyas. No encuentro el nudo, ni tampoco se dónde buscar, para poder liberar lo que mi alma quiere mostrar. No iba hablar de lamentos, tampoco de sufrimiento, y he pecado en mi promesa, al dar sonido a la tristeza de un alma frustrada por la torpeza.