El ruido de las llaves
contra la calderilla del bolsillo
rompe el minuto de silencio
que exigí
para mí mismo.
Y ese bulto en la cartera
es la báscula de camiones
con la que peso el fracaso.
Las marchas fúnebres
en el portal
siempre sonaron mejor
con la percusión
de los tacones
que con la de la lluvia
encharcando los escalones,
los fríos y reales
o los de carboncillo
que obiamente;
se deshacen...
Quizá deba pensar
en no cortar
la cabeza de la Medusa.
O eso
o en no mirarla nunca más
a sus ojos de nácar
casi tan pétreos y en llamas
como yo.
Texto agregado el 03-05-2010, y leído por 123
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