He derramado mi sangre, he abierto mi piel como un grifo y presencio todo; soy testigo de un acto cobarde y de valentía al mismo tiempo. Un acto deplorable pero de autoconocimiento y autoconciencia invaluable para aquel que lo ha realizado o esta por hacerlo. Se siente tan bien como se desliza el liquido por los pliegues de mi piel, como la temperatura del mismo se pierde mientras las arrugas de mis dedos se ciernen sobre el por el reflejo de sentir la piel entumecida, y de como el líquido se acumula en la punta de mis dedos, cosquilleante sobre las yemas de los dedos y de como sentir un pequeño jalón que es la vida que se desprende de mi piel. Es una sensación donde la existencia se desgaja, no solo es la sensación física de las gotas caer, sino la sensación de como la vida se te va entre los dedos. Luego escuchas el goteo, como cae en el suelo y lo baña de carmesí, de vida y de muerte al mismo tiempo; de valor y cobardía, de odio y amor en dulce agonía.