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El par de zapatos


En una magestuosa residencia en la zona peatonal por la calle 5 de Mayo, al subir la mirada me percate de las estatuas de cantera que flanquean la ventana de la casa. Es curioso tengo más de 30 años viviendo en la ciudad y nunca vi dichos monolitos que además de interesantes dan un toque de nostalgia al lugar.

Ese día me hice una promesa; en adelante pondría más atención en las cosas, estaría más despierto y me daría la oportunidad de vivir en el presente y de mantenerme despierto durante el tiempo de vigilia, no solo estar despierto fisiológicamente si no integralmente.

La vida nos absorbe cual voraginoso remolino a tal grado que nos adormece con la sutileza de un comienzo oscilante, suave y nos mete en su marasmo de vértigo sin que apenas lo notemos. Las ocupaciones cotidianas, nos envuelven de tal modo que cuando nos damos cuenta, la vida se nos ha escapado como agua entre los dedos.

Hace 3 semanas acudí a una tienda para comprar un par de zapatos; mi relación con los zapatos es personal, de tal modo que cuando adquiero unos me entrego a ellos con total abandono, mi fidelidad es completa, pues prácticamente los uso a diario, hasta que es el momento de decirles adiós definitivamente. No entiendo a las personas que tienen sus armarios rebosantes de pares y pares de calzado y que a veces no los usan, los imagino tristes, abandonados; como cortesanas esperando su turno.

Esta actitud hacia mis zapatos es un hábito que me formó la necesidad y la practicidad, solo tengo dos pares (cafés y negros) y los negros son los más usados.

Era el jueves por la mañana, la lozanía de mis zapatos había pasado, así que era tiempo de darles su primera lustrada, sentado en la orilla de la cama reflexionaba sobre la relación con mi calzado, cuando noté algo extraño; el zapato de la izquierda tenia el adorno del empeine más prolongado que el de la derecha, mire alternativamente los zapatos y efectivamente eran diferentes, al notar esto comencé a buscar mas disparidades, y encontré que el de la derecha tenia una prolongación en forma alongo por arriba del empeine y el de la izquierda no, además el izquierdo tenia una especie de abanicos de piel similares a los que llevan a los costados los botines vaqueros, solo que más cortos: entonces me di cuenta que los zapatos eran diferentes, aunque los estilos se parecían, los zapatos que compre no eran pares, la conclusión fue que la jovencita que me atendió, me entregó dos zapatos diferentes, pero: ¿Cómo era posible que después de 22 días de traerlos no me hubiese percatado de la diferencia?

Había incumplido la promesa que me hice aquella vez frente a las estatuas de la casa de las monas y la vida una vez más me había atrapado en su red sigilosa y silenciosa haciéndome vivir obnubilado a tal grado de no dar me cuenta de mi par dispar.

Regrese a la tienda y la joven se apenó bastante y me ofreció hacerme el cambio por un par nuevo, pero le ofrecí una solución provechosa para ambos, que buscara el par dispar y así tendría yo un para más y no tendría que deshacerme de mi par ya adaptados y encariñado con mi pie.

Al llevar el nuevo impar recorde la anécdota del paciente psiquiátrico que llega con su profesional de la salud tratante, con unos pantalones cortísimos, unos zapatos viejos y maltratados, dejando ver un calcetín verde del lado izquierdo y uno azul del lado derecho, a lo que el doctor le interrogo:

--¿Tiene usted problemas para distinguir los colores?, y el paciente le contestó:

--No doctor se perfectamente que el de la izquierda es verde y el de la derecha es azul, lo preocupante es que tengo otro par igualito en casa…!

Texto agregado el 03-05-2010, y leído por 209 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
27-05-2010 jajaja genial!!!******** shosha
 
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