Compaginaré insignes rumores de
algunos sueños,
y aniquilando verdades, y mentiras,
y rumores, recuerdos,
avaricias pentecostales, urgaré en el
vericueto de la herida
aún abierta, aún
agusanada por la fetidez
de una nueva vida: el mundo.
Y expele olores como nunca antes
el vendedor de indultos
creyó oler en casa del asesino,
indulgencias para la ramera,
por el solo ministerio de la ley
yo crearé premisas
falaces, crearé canciones
de noches obscenas, de
abrazos calurosos a la orilla
de la hoguera, ahí mi amor,
donde he de morir quemada
junto a un atado de libros que
los mismos curas han pregonado,
a voz en cuello, que
han de ser eliminados,
de la faz de la tierra,
de la faz de tus ojos,
de la faz de tu cabello,
de la faz de la mesa de diario,
de la faz de la cocina,
de la faz de la cama
donde noche a noche nos amamos,
de la faz del lavabo,
de la faz de la mitocondria
que arruga mi vientre,
de la faz de mis fetos
de sangre minusválida,
que debemos ser eliminados
como si fueramos solo
letras de un borrador. |