Soy hija de una tierra de anónimos héroes,
que no supieron nunca de odios ni ambiciones,
que arriesgaron sus vidas defendiendo lo nuestro
con pasión, con orgullo, con furias indomables.
Soy hija de una tierra salvaje y soberana
que regó sus simientes doradas en las pampas
con la sangre de indios y el sudor de sus gauchos.
Tierra de mujeres que jamás titubearon
en guiar un arado o en hundir una lanza
que a la par de sus hombres bordaron en el llano
un enjambre de surcos... o montando un caballo,
con furor, con soberbia, defendieron hermanos.
Soy hija de una patria maravillosa y bella
que se extiende orgullosa desde el sol hasta el hielo
con sus Andes soberbios, con su mar impetuoso
con sus ríos profundos, dominantes, viriles
y sus pampas fecundas, y su sol y su cielo.
Tierra en que se yergue majestuoso a lo lejos
un ombú milenario, que en su afán de crecer
por dar sombra a su gaucho olvidó hacerse árbol.
Tierra en que millares de seres ignorados
perdidos en el norte, o en su sur tan agreste
en pequeñas escuelas van dejando sus vidas
enseñando a escribir, a leer, a ser alguien.
Tierra de paz, en que el hombre, aunque aprendió a ser soldado
no quiere ver más vertida la sangre de sus iguales
por intereses ajenos, por ambición, o por “algo”.
Tierra en que a todo aquel que quiera ser nuestro hermano
y trabajar y luchar con denuedo, sin cansancio
no le pregunta jamás qué color tiene su piel,
de qué país viene él, cuál es su Dios, o su ideal.
Tierra en que su bandera, guarda en sus paños sagrados
envuelto en blanco y celeste, un bagaje de recuerdos
en que se mezclan sin pausa, el oro y rojo maternos;
pues es tierra con arterias donde con fuego circula
la roja sangre española y la morena araucana;
con un pasado de luchas, de heroísmos, de leyendas
y un hoy de trabajo y fe que quiere vencer mañana.
Es una tierra de paz, de risas que ahogan llanto,
es mi país, su país, es mi Argentina, y ¡le canto!.