Por la miseria, querido, por la
destreza de mis mas sútiles palabras, por
los páramos donde escondí
el aguado final de la humanidad,
por el lugar donde amamanté a la
perra, a la mujer desangrada,
a la vampira omnisciente en que
me convierto de tarde en tarde.
Y atraviesas como una bala de
remordimientos mi mentalidad
acústica que se divide en dos
grandes y misérrimas, repulsivas,
pustulosas, efímeras,
caricias bajo el mar, bajo el sol
que quema y reabre las heridas,
bajo el yugo sacro de la
lechuza solar.
Y atraviesas como una bala desangrante,
desagradable,
en el rincón más oscuro de
mi imperturbable realidad.
Y atraviesas,
y atraviesas,
y surcas,
recorres entera mi mano
altanera que goza de las
miradas propinadas por el hombre,
y lames mi mano conspicua,
mi mano-gusano,
mano-bolígrafa,
mano-mapa,
mano-papel.
Y muerdes mis pechos silentes
entre las sogas del helipuerto
de las víboras patriarcales,
y espero, yo espero
porque me detengo
en el tiempo,
porque escucho el
latir indiscriminado del apaciguado
corazón meloso.
Yo espero,
recuerdo,
y espero. |