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Abre los ojos. Parpadea un par de veces, para confirmar si sus ojos realmente están abiertos. No hay diferencia alguna. La oscuridad a su alrededor es total. Espera unos segundos a que su vista se aclare. No sucede, todo sigue negro a su alrededor. Se encuentra acostado sobre el duro suelo. Acaba de despertar. Y es todo lo que sabe. No sabe en dónde está. No sabe desde cuando dormía. De hecho, ni siquiera sabe si antes de dormir tenía una vida. Se levanta y camina. Por alguna extraña razón, no tiene miedo de tropezar con algo y caer. No se detiene mucho a pensar en ello. Simplemente camina hacia el frente. Corre una brisa helada, tal vez es de noche. El frío azulejo bajo sus pies descalzos le hace pensar que posiblemente esté en un lugar cerrado. No tropieza con nada hasta que se encuentra con algo al frente. Se siente como tela, tal vez una cortina. Intenta hacerla a un lado pero no encuentra las orillas. Desiste de intentar abrirla y en lugar de eso, simplemente sigue caminando. La cortina va recorriendo todo su cuerpo hasta llegar a la cabeza y luego se acaba. Se queda ciego por unos instantes, después de la profunda oscuridad de la que venía, sus ojos no pueden soportar el exceso de luz. Luego de varios segundos, su vista comienza a captar siluetas. El sol que se cuela por las amplias ventanas está en su punto mas alto, suficiente para iluminar, pero no para calentar. La brisa helada sigue danzando a su alrededor.

Se encuentra en medio de un gran salón, bastante amplio. Por todas partes, muebles cubiertos de telarañas. Enormes candelabros cuelgan del alto techo. Largos ventanales cubren las paredes, y la capa de polvo que las cubre no alcanza para filtrar la luz del sol, pero sí cualquier otra imagen del exterior.
Comienza a recorrer el lugar. Además de la entrada cubierta por una cortina por donde llegó, hay muchas otras puertas, largos pasillos, varias escaleras. Una lujosa cocina, varios baños, una gigantesca biblioteca, y un sinfín de recámaras. Sin embargo, además de él no hay una sola alma. Todas las ventanas están cubiertas de polvo, es imposible ver el exterior. Se acerca a una y pasa su mano para limpiarla. Una gruesa capa de polvo va desapareciendo poco a poco dejando ver el cristal... y el polvo que está por afuera. Definitivamente es imposible ver al exterior. En algún momento, el lugar debió ser un hotel o una mansión. Ahora no son más que ruinas, no es más que la sombra decadente de lo magnánimo que fue alguna vez. La puerta principal es enorme, de madera y adornada con grabados de caballeros que matan dragones, salvan doncellas en peligro y viven en castillos. Trata de salir, pero no puede. La puerta está cerrada con llave y tirarla sería impensable. Es imposible salir de aquí.

Comienza a vagar por la mansión, a recorrer habitaciones en busca de alguna pista de dónde está, de cómo llego ahí, de cómo salir. En alguna de ellas encuentra un gran espejo y se observa. Joven, de unos 30 años. Ropa gastada, pero parece que fue cara cuando era nueva. Descalzo. Extrañamente, no encuentra nunca ningún zapato o alguna otra cosa para ponerse en los pies. Pasa el tiempo vagando por la mansión, sin otra cosa que hacer. El tiempo parece no avanzar. Por algún motivo, no tiene hambre. En horas, en días, en semanas, bastante apropiado ya que en la mansión no habría nada para comer. Al principio se preocupó por ello. Luego se cuestionó, se desesperó, lloró, gritó por ayuda, intento romper ventanas golpeándolas con viejos percheros metálicos y al final... se rindió. Dejó de intentar salir. Dejó de intentar preguntarse quién era y porque no comía, ni iba al baño, ni tenía sueño. Dejó de intentar descifrar en dónde estaba y cómo había llegado ahí. Ninguna de esas cuestiones tendría respuesta jamás. O quizás sí. Quizás lo había comprendido todo desde el principio y se negaba a ver la realidad. Sí, así era. En el fondo, él entendía todo, sabía lo que estaba pasando. No tenía caso salir, no había nada afuera para él. Ni tampoco adentro, ni en ningún otro lugar.

Él no es nadie. No tiene nada. Es un fantasma destinado a permanecer aquí por toda la eternidad. Destinado a una triste existencia vacía a la que difícilmente se le podría llamar vida. Una larga estadía que no terminará jamás por más que lo deseé. ¿Crees que la vida es una ironía? Sí, si lo es. Pero la más grande ironía de este mundo no yace en la vida, sino en la muerte. Porque la más grande ironía de este mundo es que el más profundo deseo de un fantasma sea... morir.

Texto agregado el 30-04-2010, y leído por 123 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
08-10-2011 Muy buen texto magnifico no me podia quedar sin comentar ya que es de fantasma que en vida se dice ser uno mas... el_fantasma_de_una_diva
12-08-2010 Es el segundo relato en el que la muerte parece algo maravilloso. Una vida así, atrapado, probablemente y afortunadamente es un imposible. En algún momento la conciencia se irá a otro lugar... Este estado tan terrible, es impresionante. enhorabuena. EVERO
10-07-2010 Qué buenoooo.... ! ! Me encantó este relato. Atrapante primero. Luego angustiante, y finalmente revelador... Gracias por compartirlo. Faluu
30-04-2010 Fantomas? la amenaza elegante? me interesa, me interesa. Ahhhh, fantasmas¡ no, pus no, no me interesa, eh? marxtuein
 
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