Voy a empezar describiendo el sitio en el que me encuentro, lo he llamado el cambuche amarillo, es una especie de escritorio de esos que se usan en las oficinas burócratas, es de un color amarillo brillante y apesar que nunca me gusto ese color, ahora me siento afortunada de tener algo que me recuerde al sol, tiene dos gabinetes a lado y lado, y un confortable respaldo donde he pegado un pedazo de periódico con la fotografía de un hombre muy atractivo sonriendo... en el piso tengo una serie de piezas de plástico que he conseguido y se han convertido en un extraordinario tapete que impermeabiliza el piso.

Cuando encontré este cambuche, pensé que era el escritorio de un odioso funcionario de esos que hacían esperar a las personas en una larga fila para atenderles sus solicitudes, pero luego de instalarme, percibí que quien lo habitaba era una chica, más o menos de mi edad, que inicialmente disfrutaba de su trabajo por que cuando fue niña en su hogar hubo muchas carencias y apenas pudo estudiar algo que le permitiera conseguir ese empleo, toda su familia estaba feliz de que ella tuviera un empleo decente, con un escritorio, un computador y con un teléfono donde recibiría a diario los casos que debía solucionar, aburridos casos donde los tramites eran tantos y tan complicados que cada día terminaba trabajando más horas de las reglamentarias. Ya el día a día se había convertido en trabajar y dormir y apenas si tenía tiempo para ver algo en la TV.

Llegaba muy cansada a su casa donde la recibían sus padres con una sonrisa y una buena comida, orgullosos de la chica que traía el dinero para vivir cómodamente, ahora tenían un televisor, un estéreo y un refrigerador. Creo que la chica odiaba vestirse de traje y tacones y no la culpo porque me parece tedioso vestirse elegante para ir a sentarse en un escritorio todo el día, pero las políticas de la compañía así lo exigían y ella cumplía con todos estos requisitos.

Poco a poco fue conociendo el mundo y encontrando su camino, es decir lo que realmente quería hacer, quería ser chef de cocina, crear grandes recetas que la gente disfrutara, y estar a cargo de las preparaciones de difíciles y exóticos platos... algunas veces tenía la oportunidad de hacer alguna cena para alguien y era en ese momento... en el que veía a las personas satisfechas por su comida, cuando ella sentía su pecho lleno de felicidad, una gran cantidad de emociones recorrían todo su cuerpo y tenía que hacer fuerza para que no se escurrieran por sus ojos.

Nunca pudo hablar del tema con sus padres, como decirles que no era feliz con lo que hacía, como decirles que algo que les generaba tanto orgullo a ellos, para ella era una limitante de sus verdaderos sueños, como hablar de la insatisfacción?, si sus padres pensaban que las gentes carentes de recursos no podian darse el lujo de soñar.

A veces se distraía en su aburrido trabajo y se ponía a planear recetas y a pensar cómo ahorrar algo del poco dinero que ganaba para tomar algunas clases de cocina y poder obtener un título que le permitiera cambiar de actividad... pero era tan difícil para ella, tenía tantas obligaciones con su familia que a veces pensaba que ser chef era un imposible.

Quiero pensar que un día se levanto de su escritorio... mi cambuche amarillo, y se fue a ser una buena chef y a disfrutar de hacer sentir el placer de cocinar a sus comensales, quiero pensar que dejo de llevar en su cabeza el peso de sus obligaciones con los demás, para cargar un gran sombrero de esos blancos y divertidos que se ponen los cocineros, y quiero pensar que el bombardeo no la mató, que debe estar por ahí en algún cambuche con varias personas a cargo de la cocción de las ratas que se atraviesan por el lugar, y que hace que lo disfruten tanto como yo disfruto mirar el retrato de mi pared, ese chico siempre esta sonriendo, a veces lo miro tan seguido que termino riendo también, es tan amplia esa sonrisa, creo que es de esas que emiten fuertes sonidos y son tan divertidos que provocan mas risa... debo admitir que lo paso bien acá, porque tengo un techo y un retrato y como por lo menos tres veces a la semana.