cuentan que por haber visto un ratón,
a un hueco profundo en la selva, un elefante del susto fue a caer,
pero de lo pesado que era, no pudo parar, y al otro lado del mundo fue a terminar
y para colmo de males, en aquel lugar, se unió a una empresa que llamaban “circo”, que viajaba de pueblo en pueblo, mostrando animales
el elefante trabajaba en levantar una pata y la otra, en pararse en las extremidades traseras, en las delanteras y en permitir, dejar subir sobre su lomo a unas loras y perros con escaleras
“cosas tontas”, pensaba para él, pero la esperanza de poderse quedar cuando pasaran cerca de la selva y la sonrisa de los niños, lo animaban a continuar
en parís, en un espejo conoció el largo de su nariz
en higuerote se quitó el bigote
en caracas, bailó al son del cuatro, arpa y maracas
en honolulu, aprendió el boogaloo, en la habana a usar camisa hawaiana, en durango el tango y en barranquilla y curramba, a esconder la panza y a no dejar a ninguna chica sin bailar, a la hora de la parranda,
y cuando el circo llegó a los límites de la selva, cincuenta años después, todavía sus amigos lo esperaban, y la lora y doña ratona gritaban, que iniciara el baile de una vez
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