Cierta vez hubo una dictadura. A veces y según las circunstancias se revelaban caudillos. Como en toda hegemonía personal, estos eran apartados estoicamente y luego vilipendiados en el libro de la historia. El Registro de la dictadura indicaba muchos, los más antiguos castigados por fenómenos naturales, los más cercanos sólo con una eterna tortura.
Como nada dura por la eternidad, las personas, en masa, se rebelaron en contra de su Dictador. Este, viendo que las tenía negra, comunicó por la prensa en cadena nacional, que estaba dispuesto a elecciones, a una democracia como mandan los hombres. Voto en mano y cero cohecho.
La gente, con felicidad inmensa, aceptó la propuesta e hicieron los preparativos: urnas, papel, lápices, campañas. Todo fue el justo accionar de una limpia elección.
Ganó Adán y Dios, como antiguo Dictador, fue encerrado en el mismo periplo de su magnificencia. Así, ya no decidió por nosotros y acabó su mandato.
La Biblia, el Registro, habla de serpientes, manzanas, paraísos y seducciones, pero esa es la historia oficial. Aquella que hace que nos sintamos pecadores y profundos de arrepentimiento. Quizá esta otra historia es más creíble y libre de interpretaciones espirituales
Como siempre, los reyes son mejores cuando ya son históricos y están bien muertos.
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