Solo los valientes reconocen el miedo.
En el centro del sol se ha cercenado un grito, sordo de tiempo. Dentro del canto enclaustrado de tu manto de hierbas, se dijo: Pacífico y somnoliento. Me escurro entre los brazos de la sombra de mi lengua. Si, claro que a la larga el por qué siempre vuelve (sin "por qué" no hay "porque"). Solo se calla lo que no vale que digan.
Acerca tu lamento hacia el muro de la nada.., enfría los estigmas de la piel fuera del cuepo. Y no.., no podemos hacer nada. Solo atisbos de expresiones. Solo medio existencias. Nada es el exceso de vida, todo es falta de la misma. Encolumnados de gloria, vivamos. Sobre las cenizas infertiles de una pasado de agua. Y la mentira lasciva de una muerte en la mañana.
No quiero que me sueñen en secreto. Mañana seré cenizas de una sombra. De un por qué, enorme y sin sentido.
Mostrar la carne ante los cielos.., gritarle a la vida: Qué te pasa?
De arrodillarnos exhaustos en el final de otro de los tantos caminos. Pero siempre son caminos que conducen a caminos que se pierden en caminos, y nunca hay un camino que termine con el terminar.
Porque lo que termina no existe. Porque no se puede concebir la idea de fin sin entender la de principio.
Saboreando el infinito, como si fuera un pedazo de cielo. Relamiendo sus secretos, sin comprender que con retazos se tejen los silencios.
Un pedazo de mi y de lo que quieras que se muera de mi.
Porque nadie respeta el momento de duelo del viento.
Hablar y hablar para que alguno te diga: Te creo, sos mi dios, mi serenidad; mi paz y mis sueños. Sosteneme los miedos.
Mentiras de una vida en blanco y negro. Recortes de una guerra astro-material.
Solo me queda perderme, en los pliegues de mi yo que se agiganta, como si fuera la sombra de un sol enmascarado.
Encontrarme, quizás, en la mínima eternidad de ser mis ojos, de llamarme manantial, o ser la muerte del fuego.
Besarme cuando quiera la sombra en la pared, porque son mis manos las que quieren que dejemos de llorar |