Todo estaba a punto para celebrar los 25 años de matrimonio. El cuarto de hotel con vista al mar, la botella de champagne en la hielera. Él, tendido en la inmensa cama con un pijama escarlata contrastando con las sábanas de seda negra, esperando la aparición de la fantasía de mujer envuelta en el fino neglillé francés. Y ahí va ella, con su medio centenar de años a cuesta pero el entusiasmo de saberse todavía apetecible. De un brinco llega a la cama y de pie, derrochando sensualidad comienza un strip tease. Desabrocha el corpiño y la prenda en su mano se eleva para arrojarla al tendido como torero brindando la faena. Cuando la mano salió volando trás ser cercenada por las aspas del ventilador, todavía tuvo el impulso de correr al baño para no manchar de sangre la habitación de 500 dólares la noche.