Te escribo sobre mi almohada.
Me derramo sobre tu imagen, me sujeto a ella, sin esperanza de soltarla. Los ojos me duelen de tanto verte para cincelarte en mi mente. Dejarte volar es ahora el mayor de los pecados. Ahora que por azar, fatalidad o por hado, tocas sin mesura, nuevamente a mi puerta.
¿Cómo te asustas de que te sienta? ¿Por qué interrogas mis deseos? ¿Acaso incitas mis pensamientos para luego bifurcarlos?
Pierdes todo derecho a destinar mi existencia. ¿Quién eres para nombrar como asombroso mi apetito de ti?
Sí, es prodigiosa la poca fe que tienes en tu propio yo .Tu incertidumbre permanece. ¡Que paradoja! Pensar que confías en el otro,
en el mundo, en la sonrisa de un niño, en la esperanza, en el ojo revelador frente al papel, en el fruto de una canción, en todo, salvo en que alguien te ame hasta el fin de los espacios; sin condiciones, solicitando muy poco a cambio¿es poco acaso?
Siento en cada uno de mis huesos un dolor sempiterno que me trastorna al verte tan pequeñito en medio de tus grandes edificaciones.
Ahora veo al hombre de dos temperamentos, al de ayer, hoy y mañana.
Es inevitable renunciar a tu pasión. Pero, dime cómo se hace eso. ¿Debo contar ovejas en las madrugadas? No, tal vez sea bueno el ejercicio de yoga o no… mejor intentar una metamorfosis, ¿en qué debo transformarme para no sentirte? ¿Concurrencia amorfa?
Lo más triste es que éste es un amor teñido de desamor, sin que pueda
desordenar su destino o más bien acomodarlo en un guión a nuestro favor.
Nunca me he percibido tan mujer–delta como ahora. Un solo acercamiento, de tus brazos, podría trazar fronteras, para estrecharme a tus límites y ya no salir de ellos, salvo para asirlos nuevamente.
No declines, no temas, decídete, entrégate, el único riesgo que corres es el de vivir amores de historia, no amores cobardes, diría Silvio Rodríguez.
Cuando te sienta mañana, aplaudiré tus besos entallecidos en mí. Con esta certidumbre apago la luz de mi mesita de noche.
¡Buenas noches hombre … !
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