A Yolanda
Día gris, hace frío en aquel pueblo, son las 6:30 de la tarde, la niebla que normalmente cubre el pueblo en las noches ya empieza a cubrirlo con un manto blanco que cae lentamente; los faros que bordean el sendero peatonal perimetral al parque, empiezan ya a cubrirse con las gotas condensadas de agua a causa de la baja temperatura.
Adaki, camina entre la niebla con la mirada perdida, sin percatarse de la forma en que la observan las personas del lugar que, evidentemente, se han percatado de la presencia del nuevo visitante del pueblo.
Los viejos que se congregan en el parque para contar sus historias le lanzan una mirada sin dejar de recitar sus cuentos. Adaki dejo que todo transcurriera como si no se diera cuenta de nada, recuerda que esa tarde esta recorriendo los mismos pasos que hace 17 años recorrió de la mano de Samorì y aunque el no pudiera acompañarla hoy, lo siente realmente cerca, por que el es todo lo que la rodea, es la brisa, es la lluvia, es su angustia y su paz, es ese que en su mundo la espera.
Adaki llegó al frente de la vieja casa, en realidad desde que estuvo la primera vez en ella ya la casa era una casa vieja, tenia desde entonces un corredor en piedra, que por la humedad de la noche, brilla aun mas gracias a que refleja la luz amarilla de los faros que se encuentran a la entrada de la casa; las dos columnas levantadas hace mas de setenta años en la misma piedra que recubre el sendero peatonal, aun conservan ancladas a ellas las dos alas de la puerta principal, una antigua puerta fundida en hierro artesanalmente trabajada, adornadas con un grabado que consistía en dos angeles que sostenían entre los dos un eslabón en forma de corazón, que al abrir la reja, ayudan a que cada uno de los angeles señale el camino de entrada con sus manos.
Adaki levanto su mano con la firme intención de llamar a la puerta, mas en el preciso momento en que tomo el eslabón se detuvo, sin entender por que, su mirada se dirigió a la ventana que esta en frente de ella, en el segundo nivel de la casa… respiro profundo.
Luego de haber asentado el segundo golpe a la puerta se percató de que esta estaba sin cerrojo, se detuvo un instante antes de dar el primer paso, miraba fijamente el sendero que se debe atravesar para llegar a corredor principal, ni ella sabia lo que pasaba por su mente en esos momentos. Camino lentamente sosteniendo con su mano izquierda contra su pecho aquel viejo bolso de cuero negro que acostumbraba a cargar cuando salía de viaje, mientras que con su mano derecha iba rozando con la punta de los dedos suavemente los rosales que bordeaban aquel sendero, que además estaba adornado con seis faros a lado y lado a no mas de dos metros de distancia el uno del otro. Giro su cabeza al lado derecho y se dio cuenta de que en realidad es muy poco lo que ha cambiado todo desde aquel entonces cuando vino por primera vez a esta casa a pasar unos días de descanso con Samorì, su esposo; cuando solo tenían unos días de casados.
La marquesìa que se encuentra en medio del jardín desde entonces, alcanza fácilmente los veinte metros en sus copas mas altas; Adaki la mira con nostalgia recordando que la primera vez que la contemplo junto a Samorì, tendría cuando mucho tres o cuatro metros de altura, recuerda que en alguna de esas ramas, ahora tan altas y gruesas, debe estar aun tallado aquel corazón enmarcando las palabras que dicen : “Adaki y Samorì… por siempre tuyo”, que èl dibujó la primera noche que llegaron y pasaron gran parte de la noche sentados en una banca de madera que se encontraba bajo el árbol, fue entonces cuando Adaki cayó en cuenta de que de esa viaja banca ya no quedaba rastro alguno.
Atravesó abruptamente los rosales, se dirigió a la marquesìa, su tronco esta cubierto por moho y hongos húmedos, apoyó la palma de la mano en el y cerró los ojos; aun llega a sus oídos el sonido tranquilo en el que le hablo Samorì esa noche bajo la marquesìa, esa noche hablaron de los dos, pensando en estar juntos por siempre por mas lejos que estuvieran sin pensar en que algún día tendrían que estar separados por mas cerca que se sintieran… la vida nos da mil oportunidades, sin embargo también mil veces nos las niega. Esta noche solo un gigante montón de recuerdos y una nube de promesas sin cumplir dejaba entrever los que hacia unos años eran toda su vida…y también la de el.
Quiso por sus propios medios devolver el tiempo y encontrar entre aquellos recuerdos, intactos aun, ese abrazo que hacia tiempo no recibe, pero hay veces no hay marcha atrás y se siente culpable de no haber ido con èl, a veces le duelen las palabras que se dijeron, pero mas le duelen todas aquellas que no alcanzaron a decirse.
El tiempo ha pasado, la antigua casa se encuentra hoy en pie, pero Adaki siente que ya no es la misma.
Adaki se encuentra al frente del gran escritorio de cedro que se usa en la recepción, pensó que probablemente sea el mismo escritorio de aquella época. No había dejado de sentir esa extraña sensación, ese palpitar acelerado y fuerte que retumba en su cabeza sin saber por que. Después de darle un ligero vistazo al pequeño cuarto se decidió por fin e hizo sonar la pequeña campana que estaba anclada a la pared para llamar al encargado, bastó con llamar una vez cuando al instante apareció por una pequeña puerta, que seguramente conducía a la parte posterior de la recepción, un anciano encorvado, de tez morena , de unos 80 años y que difícilmente podía mantenerse en pie mientras se acercaba a Adaki, ella le sonrió sin recibir respuesta alguna, solo se acercò y puso en el escritorio una llave de hierro de tres ojos y sin decir una palabra se dio media vuelta y se marcho. La llave tenia grabado el numero 6, Adaki no entendía todavía el porque de la actitud de aquel viejo y mucho menos entendía por que aquel viejo le había entregado esa llave como si la estuviera esperando.
Camino hasta las escaleras que conducen a segundo nivel de la casa, luego recorrió la mitad del pasillo que se abre al lado derecho de la casa y desde allí pudo ver las tres puertas marcadas con los números 1,2 y 3 consecutivamente, enseguida entendió que la habitación numero 6,que es la suya, no esta en el primer piso de la casa; se devolvió hasta las escaleras de madera, cubierta en todos los escalones por un tapete de color crema y flores vinotinto que baja desde el segundo nivel asegurado a las contrahuellas mediante varillas de bronce de un cuarto de pulgada, miro en dirección a la recepción con la esperanza de ver al viejo para pedirle alguna ayuda pero fue en vano. Adaki decidió subir las escaleras, luego de recorrer ocho escalones llegó al descanso que divide las escaleras en dos tramos, pudo ver en dirección contraria, esa pequeña ventana de madera, de unos 40 centímetros tanto de ancho como de alto, pintada de blanco y con cuatro vidrios cuadrados y uno de ellos roto, sin duda alguna esa misma imagen ya la había visto años atrás, aunque en aquella atención no le hubiera prestado la mima atención de hoy, posiblemente, por que esta vez venia sola. Adaki camino en dirección a la ventana, unos pasos después de pisar el segundo nivel de la casa pudo ver la puerta de madera marcada con el numero 6.
Introdujo la llave de hierro en la chapa de la puerta fundida en bronce, sin duda era la misma chapa, la misma puerta y la misma recamara que compartió con Samorì en el invierno de 1988, al abrir la puerta , oyó ese ruido característico que emiten las antiguas puertas, haciendo evidente que desde hacia mucho tiempo no eran aceitadas esas bisagras, lo que Adaki vio, fácilmente lo pudo haber llamado un “dejavu” , esa imagen del interior de la recamara aun estaba grabada en su mente, intacta como una foto, nada había cambiado desde entonces, de frente a la puerta se encuentra una cama de hierro que a pesar de de ser una cama matrimonial es relativamente pequeña; desde entonces Adaki y Samorì hicieron un mutuo acuerdo; nunca comprarían una cama muy amplia para ellos dos, eso los obligaría a permanecer muy cerca aun estando dormidos. La cama esta cubierta por una sábana esponjada color beige con flores nacaradas y un bolero en seda que llega hasta el piso de madera, bajo el tendido esponjado puede verse recogido en la parte mas cercana a la cabecera una sábana blanca muy delgada, casi transparente, probablemente también es en seda, un par de almohadas rectangulares reposan en la cabecera, las almohadas están cubiertas por un par de fundas hechas en la misma tela de la colcha esponjada, en medio de ellas hay un pequeño cojín redondo forrado en terciopelo dorado.
En la pared donde se apoya la cabecera de la cama, reposan dos cuadros en marcados en madera con dos figuras de la antigua civilización africana, en el espacio que queda entre la cama y la pared izquierda de la recamara, se encuentra arrinconado un pequeño nochero fabricado en cedro rojo, la misma lámpara caperuza con que iluminaban a media luz el cuarto aun estaba sobre el. Un rayo de luz entra a la habitación a través de la ventana atravesando el par de cortinas blancas de seda, el piso en madera desgastada por el tiempo hace juego con el guardarropa que se encuentra recostado a la pared derecha en donde también esta la entrada al baño; fue entonces cuando Adaki se dio cuenta de que a solo un paso de ella todavía estaba ese gran reloj de péndulo que se levantaba desde el piso y alcanzaba unos dos metros de altura, era gigante. A su mente llego el recuerdo de aquellas noches en las que poco pudieron dormir debido al tic-tac de ese enorme reloj.
Adaki sintió un vacío enorme, todo el temor que sentía en ese omento desapareció en cuanto puso un pie dentro de la recamara. Camino directo a la cama, todavía de pie, dejo caer sobre ella el bolso negro de cuero que traía en la mano izquierda, con los mismos pies se quitó las sandalias, eran blancas, contres piedras transparentes en la correa que cubría el empeine del pie y tan destapadas que permitían verlo casi en su totalidad. Se desplomo sobre la cama mirando al techo, su mente emprendió un viaje 17 años atrás…se quedo dormida.
No supo que tiempo transcurrió, solo sintió que un frío intenso la envolvía abrió los ojos para vislumbrar, entre la tenue luz que entraba a través de la ventana, el inmenso reloj de péndulo que se encuentra frente a la cama, encontrándose con una imagen que, en realidad no la sorprendió tanto…Samorì, claramente pudo distinguir su silueta, se encontraba en frente de ella, mirándola con esos ojos tan expresivos, Adaki no se perturbo, mantuvo su excesiva calma ya particular en ella, no pronunció palabra alguna, solo miraba fijamente, estaba tal cual lo recordaba, alto, atlético, sus grandes manos y sus fuertes brazos contrastaban con esa cara de niño y esa mirada tierna que lo caracterizaba, podía ver a través de su pecho el inmenso péndulo meciéndose de un lado a otro . Ella todavía no estaba segura si era un sueño o un evento mágicamente real. Volvieron a su mente las palabras que Samori suavemente susurró a su oído la última noche que pasaron juntos en esa misma habitación.
“Te quiero”, dijo Samorì, los ojos de Adaki se engrandecieron ala vez que los de Samorì se iluminaron, el mundo de los dos se volvió uno en ese momento, Adaki no respondió nada, pese a que ese “ yo también” estaba retenido en la garganta sin dejarlo salir. “Es el primer tequiero que escuho en 17 años y quiero retenerlo en mis oídos todo el tiempo que sea posible” dijo ella mirándolo a los ojos. Era una sensación inmensa que nunca había sentido, no con tanta intensidad, no con la misma fuerza que sentía también Samorì.
-Perdona que entre sin llamar, aunque estoy seguro de que este es el momento y el lugar indicado para vernos, quiero que sepas que donde estoy no estoy tan mal, mañana ni te acordaras de este encuentro y te repetirás una y otra vez que solo fue un sueño y cuando me marche quedare en paz, solo quiero despedirme ya que hace mucho tiempo no lo pude hacer, darte un beso y verte una vez mas. Prométeme que serás feliz, que siempre seguirás sonriendo de esa forma que te hace ver tan bella, solo asi quiero recordarte, así como antes, así vida mía…será mejor así. Ahora debes descansar, permíteme que te arrope como lo hacia tiempo atrás. Recuerdas cuando en ese entonces me leías poemas antes de dormir?... tan solo puedo venir a verte en tus sueños, ahora te toca seguir sola nuestro viaje.
Se hace tarde, en unos segundos vas a despertar…yo te esperare, me llevo tu amor a un lugar en donde el tiempo es una ilusión y la brisa es de color, la voz es música y el sol es de algodón, no dudes que me podrás encontrar al mirar en tu interior.
Adaki despertó gracias al rayo de luz que entraba por la ventana iluminándole directamente el lado derecho de su rostro, levanto un poco su cabeza dirigiendo la mirada al gran reloj, eran las 7:40 de la mañana, todavía no esta segura de que fuera un sueño. Se levanto lentamente con la firme idea de darse un baño con agua fría, siempre ha pensado que el agua fría es lo mejor para empezar el día. Adaki se vistió y salio de la recamara no sin antes dar una ultima mirada a su interior. Bajo lentamente las escaleras acercándose a la recepción esperando encontrar al mismo viejo que la atendió el día anterior, fue en vano llamar dos veces, nadie atendió; sacó unos billetes y los dejo sobre el escritorio. Abrió la puerta principal y sin mirar hacia atrás salio cerrándola a sus espaldas. Camino por el corredor, bajo los dos escalones que se encontraban cerca del jardín de rosas, abrió suavemente la reja de hierro, la cruzó, dio media vuelta y la cerró de nuevo echándole una ultima mirada a la vieja casa.
Pudo darse cuenta de que la pequeña ventana que estaba de frente a la reja; la misma que diviso desde el descanso de las escaleras al llegar a la recamara, la misma que había visto pintada de blanco, de cuatro vidrios con uno de ellos roto no se veía igual…estaba podrida, con un ala abierta hacia afuera, ya no estaba cubierta por pintura blanca y ahora sus cuatro vidrios estaba rotos, la fachada completa de la casa estaba destruida, de los seis faros que acompañaban el sendero de la entrada a la casa bordeado de rosales solo dos estaban en pie, los cuatro restantes reposaban en el piso cubiertos parcialmente por la maleza que alcanzaba una altura considerable apoderándose de todo el jardín de la entrada, lo único que se mantenía aun intacto era la marquesìa en medio de la maleza que alguna vez fue un bello jardín.
Adaki no se sorprendió al contemplar aquella escena, ya nada mas podría sorprenderla, solo se quedo contemplando aquella marquesa, la misma, estaba segura, todavía en una de sus ramas tendría tallado aquel corazón que enmarcaba: “Adaki y Samorì…por siempre tuyo”
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