Audiencia sangrienta,
pólvora desinhibida percutando temblores,
desvelos juzgados por el poder de una entrada.
Hastíos envueltos en pelaje sintético,
circuitos de sombras, orgullo
en juego ante la espada,
ruedo sonriente a la luz de la espera.

Levanta el velo, brisa otoñal,
necesito observar colores esta vez.
No está de moda alabar a la muerte.
El blanco túnel de los enfermos
se derrumba;
un atardecer violáceo y las gotas de sudor
pintan la nueva irreverencia.
Risas.
No es mi rostro al descubierto,
es monotonía del recién despierto.

La carpa vuela hacia el olvido.
Somos el payaso
de la mística más allá de las razones,
del odio,
de la floja cuerda de la marioneta mercantil.
Compostura ante el caos, sólo un comediante
absurdo.
Críptica ante lo recién conocido,
quién más que un bromista agudo;
no creamos que lo hace por facturar su secreto.
Pudor público, sudor privado;
el bufón casto y rico
también obedece a los instintos.
Consíganme la vida que dicen tener,
asi los miraria con desdén
desde una altura ingrávida.

Cultura flotante
con la piel de ceniza y metabolismo putrefacto,
Templanza terrestre,
decaer y llorar, erguirse y morir.
Ironía del ensueño, desayuna realidad.

Levanta el velo, tormenta visceral,
aunque sufra un relámpago este terror no huirá.
Aquí están mis ojos,
el ácido de las lenguas de hielo
no los cerrarán.