ilusionas, con algo o con alguien que te hace sentir bien, que llena de alegría tu corazón cuando piensas en esa persona, que te hace sonreír de solo recordarle, que te hace imaginar, soñar despierta por un segundo.

Sientes, ese algo especial que te hace temblar todo el cuerpo cuando sabes de él, que te hace estremecer de frío y calor al mismo tiempo, que te hace llorar de alegría y reír de felicidad.

Y por un instante, justo cuando sientes que puedes llegar a tener la felicidad, que la puedes palpar con la punta de tus dedos, esa felicidad tan ansiada se desmorona, se viene al suelo y se hace pedazos tan pequeños que son imposibles de recomponer, son los pedazos de tu propio corazón que se siente dañado nuevamente, que se siente dolido una vez más, son demasiados desengaños, demasiados sufrimientos, demasiados pedazos del corazón que se van quedando por el camino de la vida, que te hace sentir un dolor inmenso y vas notando como el último pedazo de tu maltrecho corazón termina por desprenderse.

La vida te dio un corazón completo y la vida también te lo fue maltratando con sus roces, con sus golpes, con sus engaños y sus mentiras. Y ahora es la propia vida la que te arrebata lo poco que te quedaba de él, el último pedacito al que te aferrabas fuertemente y que sientes resbalar de tu vida, como resbala el agua de las manos y no la puedes retener por mucho que las cierres para conseguirlo.

Ya es inevitable… ese corazón terminó de romperse y dejó de latir para siempre. Quizás en otra vida pueda llegar a recomponerse y ser lo que fue pero en esta vida seguirá viviendo sin latir…