¿Por qué la vida es tan cruel? ¿Por qué nos da la felicidad unos días para arrebatárnosla en unos segundos? ¿Por qué, a veces, nos precipitamos al decir cosas que no sentimos sin pararnos a pensar que en un futuro pueden hacer daño?

Cuanto puede cambiar la vida en sólo unos días, en unas horas, en unos minutos, en unos instantes.

Sensaciones que antes eran palpables y que ahora se van ahogando lentamente en un mar de dudas.

Sentimientos que antes eran inmensos y que ahora se van desvaneciendo y transformándose en palabras que hieren, llegando a ser una mínima parte de lo que eran anteriormente.

Las cosas no son siempre como parecen ser, o como creemos que son cuando las vemos con los ojos del amor. Detrás está la realidad, pura y dura, la que nos hace despertar del mágico sueño, bajar de las nubes y darnos de bruces con el suelo.

El amor, ¡ay!, el amor. Ese dulce sentimiento que nos envuelve sin, ni siquiera darnos cuenta, que nos puede hacer tan dichosos si es correspondido, pero que, a la vez, nos puede hacer tan desdichados si existen dudas, que consiga que nuestro corazón llore amargamente.

El corazón puede estar pletórico de felicidad, henchido de amor y satisfacción, tanto, que se nos quiera salir del pecho con cada respiración, con cada pensamiento hacia la persona amada, pero también puede estar tan dañado, tan dolido y tan triste, que lo sintamos romperse en mil pedacitos y en cada uno de esos pedacitos se nos escape un sorbo de vida cuando nos sentimos lastimados por amor.

Dicen que el amor es alegría, pero la mayoría de las veces, es sufrimiento, desengaño, dolor y llanto.

La vida nos da muy pocos momentos de felicidad completa y son los que debemos guardar en nuestra cajita de los tesoros para poder abrirla y revivirlos cuando nos sintamos mal, y al menos, poder esbozar en nuestro rostro una triste sonrisa al recordarlos.

Aunque pensemos que nuestra vida no tiene sentido ya, debemos saber que después de una tormenta, siempre saldrá el sol que nos alumbrará el resto de nuestros días.

Por eso, y por todo lo que nos queda por vivir, bueno y malo, debemos sonreír a la vida aunque nos duela hacerlo.