Cada mañana era lo mismo, al sonar el despertador, entre un poco de pereza y esperanzas por un mejor dìa, Augusto dejaba sus sabanas y degustaba un desayuno de cereales, luego bajaba un par de pisos saludaba al viejo señor Ramòn portero del edificio y caminaba un par de cuadras donde el Chiche le esperaba en el puesto de frutas. Esa era su vida, nada le faltaba, a no ser quizas alguna compañia pues su Lila le dejo hace algunos dìas.
Fruta fresca señora, mire que fresca estan las manzanas...repetia casi de manera automatica al pasar alguna momia venerable frente a el, sin pensar en nada màs que lo que hacia a diario, era feliz. Ese dia sin embargo en la esquina donde estaba aquella carniceria, un sujeto mal vestido que el recordaba ver a menudo deambulando entre la gente por el parque, cambiaria su vida, Augusto paso sin siquiera mirar, sin tiempo para reacionar, tiempo solo para sentir el frio del metal que entraba en su carne perforando su remendada chaqueta. Muy confusos esos ultimos momentos, una sombra, no dos, era extraño todo, justo entonces su corazòn dejo de latir. |