Retome el camino nuevamente, el paraje me hacia bien a mis pulmones desplumados, atrape con mi nariz tanto aroma a hierba fresca como pude... la senda era angosta y empedrada, era un constante sonajero, causando un ruido que raya en los oídos, que me crujen como esquirlas de vidrio, todo me aturde, me sobrepasan las sensaciones, el frío en los tobillos, es un mordisco de hielo, y el sol cacheteándome la frente, una plancha al rojo vivo.
Mi saliva era un ramaje espeso, ácidamente amargo en las encías, y en el paladar me coronaban espumas de bicarbonato, la sed me cortaba la garganta como un alambre de púas, gire tanto como lo pudo mi vista, doble esquinas paralelas, crucé hologramas dorados, no podía distinguir entre una ligustrina y un ladrillo, mis ojos eran nieblas deshidratas... el tiempo perdió el tiempo, y mi conciencia dobla clavos con los dientes, mi estomago es una pasa de uva envenenada, llena de arenas y de insectos...
rodar, gatear, correr, arrastrarme, saltar, llorar, patalear, gritar, morder, girar, girar, girar.... todo es inútil...
este laberinto parece no tener fin, o quizá la salida queda del otro lado de mi muerte.
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