- ‘¿No es lo más hermoso del mundo? Mi preciosa María…’
- ‘Bueno, la verdad es que no me convence llamarla así.’
- ‘Cariño, ya lo hemos hablado. Además, se lo prometí a mi madre.’
- ‘Sabes que me llevo bien con tu madre, pero es tan posesiva... Siempre se sale con la suya. No sé, preferiría otro nombre para nuestra hija.’
- ‘Claaaaro, y seguro que prefieres que se llame Silvia ¿no?’
- ‘Siempre me ha gustado ese nombre.’
- ‘¿Y a ti te parece normal llamar a tu hija como a tu ex? De verdad, a veces siento que su sombra sigue alargándose sobre nosotros. Y sólo faltaba que mi hija se llamara igual que ella. ¡Ni hablar!, ¿entiendes? ¡¡¡Ni hablar!!!’
- ‘Ya estás otra vez con tus celos absurdos. ¡Estoy más que harto de eso!’
Un silencio opresivo se adueña de la habitación al tiempo que se oscurece, como si unos nubarrones hubiesen aparecido de repente ocultando el Sol.
Él se sienta en la silla. Un incontrolado movimiento de piernas delata su desazón. ’ ¿Por qué tiene que ser tan cabezota? ¿Qué más le da? Si es tan sólo un nombre. Al final tengo que hacer lo que ella quiera. ¿Va a ser siempre así?‘
Ella trata infructuosamente de no llorar. El dolor del parto y las molestias de los puntos se difuminan ante la angustia creciente en su interior. ‘No lo entiendo, todo era mágico, perfecto, y en un momento… ¿Por qué se ha puesto así? Si es tan sólo un nombre. ¿O no? Quizá en el fondo no lo deseaba, o no estábamos preparados. No sé, ¡no sé qué nos pasa!‘
Una llamada a la puerta libera la tensión del momento. ‘Perdonen pero he de pesar a la niña’. La enfermera se acerca con timidez y recoge a la pequeña del regazo de su madre. Cuando está a punto de salir se gira casi involuntariamente.
- ‘No he podido evitar oírles desde el pasillo. Por favor, no tienen que disculparse, sucede a menudo con padres primerizos. Pero si me permiten una observación, ¿por qué no llaman a la niña Esperanza? No se me ocurre un nombre más bonito y que transmita más cosas positivas.’
La enfermera permanece indecisa unos instantes y finalmente decide marcharse. Pero justo antes de salir logra atisbar una mirada cómplice entre los padres y el Sol vuelve a iluminar de nuevo la habitación.
Al llegar a control de enfermería coloca cuidadosamente el cuerpecillo desnudo de la pequeña en la báscula. El bebé rompe a llorar al sentirse desprotegido y la enfermera siente repentinamente una extraña congoja y deseos de consolarla.
- ‘¡No llores pequeña! Te prometo que todo saldrá bien. ¿Sabes? Mis padres me llamaron Dolores y desgraciadamente fue un nombre demasiado acorde a mi infancia. Pero tú, Esperanza, tú iluminarás tu vida y la de los demás con el tuyo. ¡Ojalá seas la niña más feliz del mundo!’
Y por momentos lágrimas de Dolores se entremezclan con lágrimas de Esperanza.
Reto 4 Prosa 2010 |