Aún exhibiendo una sonrisa
lograba cortar un cabello en el aire.
Dura, de una dureza que se manifestaba
como semejante a un diamante.
Terca, casi tan terca como Dios.
El brillo cosmopolita del mundo
restaba plácido en su mirada.
Pero su melancolía atrapaba,
tocaba el alma desde lejos.
Y su piedad era infinita
prolongándose como las olas del mar.
Con esas cualidades derribaba barreras
que no separaban de nada real.
La buscaba en esas tardes
cuando las palabras estaban demás.
Entonces los dos viajábamos felices
hasta el extremo del alba.
Su cuerpo de sustancia de carne
se hizo tristeza en el olvido.
Texto agregado el 20-04-2010, y leído por 249
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Lectores Opinan
25-04-2010
es verdad que en la total fusión o en el olvido...las palabras estan de más...bello poema eufemia