Música en él. Sonidos en él. Mis ojos diluidos en los suyos. Mi Paz aferrada a su interior. Cuán profundas son sus pupilas, se estrechaban constantemente sobre mi iris, me hacía sonrojar…
Aquel sueño fue fantástico, aquel hombre lo era.
No fue la primera vez que su extraño rostro se acercó a mis sueños. Cada vez que apoyaba mi cabeza en la almohada repleta de noches, ese rostro volvía a mí.
Era increíble los vívidos que eran aquellos sueños, los sentía como olas golpeando sobre las rocas de algún viejo acantilado, donde podía percibir todo, caricias, susurros, fragancias. Pero a diferencia de ellas, yo siento dolor. Aunque no sea físico, lo tengo en mí.
Podía sentirme empapada al notar rozar las filas de lágrimas que se deslizaban hasta sumergirse en mi almohada y hacerme despertar de humedad.