-¿Qué ve, señor?-la voz del sujeto se oía cavernosa.
-Veo, veo gente, un gran número de gente me rodea… Estamos reunidos en este mismo lugar… pero todo se ve diferente. Es una tarde tormentosa… cae agua. La gente viste de forma antigua. Los hombres están vestidos con chalecos, casaca y capas, llevan sombreros en la cabeza, incluso hay unos pocos que tienen paraguas; las escasas mujeres que hay tienen faldas largas y anchas, algunas llevan pañuelos en la cabeza. ¡También hay algunos negros! … Todo el mundo tiene tiras de tela azul y blanco en las manos o colgadas de las vestimentas…Todo el mundo observa aquel edificio, que ahora se ve bastante grande, esperando… Y dicen algo… A ver… “El pueblo quiere saber de qué se trata”… Sí, eso es. ¿Qué pasa? Sale una voz desde el interior del edificio… No alcanzo a ver… ¡Eh! Las personas están gritando, se ríen, saltan. Los hombres lanzaron sus sombreros al aire, se dan la mano; las damas están emocionadas, se abrazan; los negros cantan y bailan entre ellos y algunos caballeros que aceptan acompañarlos. ¡Por Dios! Están tan felices que algunos se han resbalado y han caído al suelo barroso sobre el que estamos… pero parece que no les importa, siguen riendo… Se oyen campanas, creo que son de aquella iglesia…
-Muy bien-dijo el sujeto y chasqueó los dedos.
De pronto Abelardo reaccionó y se encontró se nuevo en aquella plaza, ahora más llena de gente. El sujeto lo observaba, con satisfacción.
-Gracias por su ayuda-le dijo, y con un gesto de la mano le indicó que podía bajarse del improvisado escenario
-Eso que acaban de ver, damas y caballeros -gritó a la pequeña multitud de curiosos que lo rodeaban- es una pequeña muestra de mis habilidades. Ya que la fecha del bicentenario de la revolución del 25 de mayo de 1810 se acerca, les propongo hacer un viaje retrospectivo y presenciar ustedes mismos el momento en que nuestra gran nación hizo los primeros pasos a la independencia. Por la módica suma de cincuenta pesos, podrán ser testigos del pasado, aquí mismo, en Plaza de Mayo, frente al cabildo, mudo testigo de la historia la mayoría de las veces, pero que hoy yo haré hablar para su deleite… ¿Quién sigue? No empujen que hay tiempo suficiente para todos. ¿Quién sigue? ¿Quién dijo yo?