Estábamos Luis (Mi padre) y yo, sentados en la camioneta, camino a la radioemisora donde trabajo. Yo le iba comentando de todas mis quejas que siempre tengo por todo. Le contaba de mi procrastinación, de mis estudios, de cómo me hinchaba las pelotas el profesor de matemática. También de cuánta hambre tenía y de todo el dolor que había sufrido la semana pasada, por el maldito virus que me había cogido. Todo, hasta que un silencio de 3 segundos, que había usado para respirar, me detuvo y le dio el pase para hablar.

Luis, mirando a la esquina, se quedó viendo un globo terráqueo. En esos 3 segundos, su mirada no se movió y parecía una eternidad ante la admiración. Sólo la interrumpió para contarme su historia.

-Siempre quise tener uno cuando niño...Le mandé cartas al Melo y al Rigo (Sus hermanos) para que me compraran uno y me lo mandaran pa'l sur. Pero nunca me llegó. Lo esperé todo el tiempo y nunca lo recibí-.
-¿Y por qué querías uno?-Pregunté.
-Porque me habría gustado saber dónde estaban todos los países. Me habría gustado verlos todos y poder apuntarlos con mi dedo. Pero no lo tuve.

Y ahí me di cuenta de que el mayor dolor de mi padre, no fueron los golpes de mi abuelo, ni los retos de éste, ni los varillazos que le pegaban si no se levantaba temprano, ni los puñetazos de los panaderos borrachos de donde trabajaba. Tampoco era el dolor de espalda, por dormir a los 8 años, en una caja de mimbre, donde se transportaban las marraquetas...No. El mayor dolor de su vida, fue no poder haber tenido un globo terráqueo, cual Atlas con el mundo en sus manos, para sentirse con el poder de todo un rey.

Te prometo que para tu cumpleaños, lo recibirás. Te ama, tu hijo Nico.