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Desafiante y odiosa rutina.

Cuánto tiempo más creí que iba a poder seguir fingiendo que todo está bien. Cuántas noches voy a continuar tolerando la ausencia en pos de que nuestros hijos crezcan con papá y mamá, si ni siquiera eso ya pareciera tener significado para mí.
Recuerdo el principio de nuestra pareja, pareja exótica si las había cuando sólo pensaba en nosotros dos. En ese entonces mi amor era ciego. Todo, pero absolutamente todo giraba alrededor de él. Y así me había enamorado en realidad.
Un día lo descubrí y sucedió, se me acabaron las palabras, se me acabó el aire, caí vertiginosamente en un pozo profundo del cual solamente él me rescataba con su segura timidez. Lo descubrí sólo ( era de andar en los anocheceres), como recién salido de un fumadero y tengo presente haber pensado que eso no era para él. Nos fuimos conociendo poco a poco, lentamente se fue refugiando en mí e instaló en mi ser esa estúpida fase maternal que fue la que terminó de encarnarme en él.
Fuimos adentrándonos el uno en la piel del otro, nos íbamos conociendo los olores, los sabores, y fue algo tan evidente, que poco tiempo después ya nadie que nos viera concebía al uno sin el otro. Si tengo que ser sincera cuando todo se estabilizó un poco fue un gran romance, lleno de luces como suele decirse, fue un amor de alegrías que nos ahogaban y de miedos compartidos, un amor sobre todo de muchas aventuras que a veces rozaban el límite de la ilegalidad, de la locura, de deliciosa adrenalina compartida, un amor de risas exasperadas y llantos contenidos. A veces.
Luego llegó la rutina y juro que no la llamamos, pero se fue adentrando en casa muy a pesar de la presencia de dos hermosos hijos que invadieron nuestro amor sin pedir permiso, haciéndonos sentir que iban a ser la plenitud del mismo. Llegaron ellos, que sin duda alguna son lo mejor que hemos tenido los dos, son la pureza más grande que Dios nos pudiera haber regalado, el premio mayor, aunque no lo mereciéramos. Pero con ellos llegó también y sin invitación alguna esa desafiante y odiosa rutina. Y seguramente nos equivocamos, en muchas cosas ya lo sé, como todos, pero si algo tengo claro es que ella fue quién más estragos ha hecho en este amor. Llegó, sí, con los hijos nuestra plenitud, pero lentamente y sin que nos diéramos cuenta comenzó lo que posiblemente pudiera ser la culminación del sexo en cualquier rincón de la casa, del aliento agitado y del andar displicente cubiertos solamente por un par de zoquetes. De las reuniones hasta altísimas horas, en casa o fuera de ella, del llegar sin temor con un poco de alegría que nos hubiera dado un licor… Y comenzó así la etapa del aliento contenido, de los apasionados besos escondidos, del horario y el lugar para el sexo, del pequeño beso acostumbrado al despedirse seguramente acompañado de una suave fragancia a comida o lavandina reemplazando lo que en otrora fuera un exquisito aroma de lavandas.
La “…agonía y el éxtasis…” al comienzo y ahora una zozobrante agonía nuevamente.
Es la vida, la nuestra y la de tantos otros, ya lo sé porque todos me lo repiten, y así entre idas y vueltas hemos pasado quince años juntos. Quince años queriendo seguir con la misma pasión intentando hacer el amor en otros tiempos, entre esa mezcla bella y nauseabunda de olor a colonia de bebé, talco y leche recién vomitada y en estos evitando la irrupción de nuestros hijos alborotados al cuarto. Aprendiendo a ser padres. Conservando los trabajos. Abandonando o entrecortándo los diálogos. Buscando preservar un poco de intimidad. Llevando, trayendo, poniendo, sacando, limpiando, bailando, contestando, callando, fumando, estudiando, anhelando, comiendo, llorando, enfermando…soñando.
Siempre me pregunto cómo se hace para intentar seguir con el amor vivido hasta el momento, sin horarios, con noches tardías, desvelos buscados y amaneceres no contados. ¿Qué pasó por nuestras vidas? Será que cuánto más intensos han sido los amores menos se puede tolerar la rutina? O debería ser lo contrario?
Todo el que pasó por nuestro lado, en cualquiera de sus formas, aunque fuera ocasionalmente, sabe que nunca fuimos ni somos una pareja demasiado convencional, y quedan resabios de cuando rozábamos la locura. Y es por esos resabios que comenzamos a emprender diferentes caminos, como cuando éramos solteros algunos y otros nuevos. Aparecieron las ausencias, las muchas cosas no compartidas ¿Hasta dónde llegaremos? Hasta cuando seguiré? Cuanto tiempo más…
No vale la pena hacer un detalle de lo qué hace cada uno o de cómo lo hace, pero de lo que sí estoy segura es que esta nueva búsqueda nos encontró cambiados.
Sé que en otros tiempos justificaría cualquier ausencia, pero ahora es diferente, no sé cuál es la verdadera razón, o tal vez prefiera ignorarla por el momento.
Porque quizás todavía tenga miedo de no saber discernir y equivocarme, porque tal vez sienta que por lo vivido debo seguir intentando, o porque mi mayor temor sea que se hagan carne en nuestros resabios de aquel amor las palabras de Neruda en su Poema 20 “…Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no lo quiero, es cierto, pero cuando lo quise. Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.”


Texto agregado el 26-06-2004, y leído por 126 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-07-2004 es una buena reflexion...besitos! lorenap
27-06-2004 En este período que ahora estás viviendo, la rutina es así, a todos nos pasa, son muchas cosas de absolutamente todos los días que tenemos que realizar cuando nuestros niños están con nosotros y puede aburrir, pero nunca pierdas de vista que éste período es el más corto, para ti, como mamá, para ellos como hijos de pendientes. Terminan la enseñanza secundaria y ahí, por segunda vez se vuelve a cortar el cordón umbilical. Las Universidades, los Institutos, ya son su propia responsabilidad y ese resultado depende de lo que ahora estés haciendo con ellos. Son solo dos, la partida te dejará nuevamente con tu marido y tu tiempo con él. En mi concepto, muy rara vez en la vida se siente la misma alucinación que se sintió al conocer el hombre que sería tu marido, el padre de tus hijos, lo demás son voladores de luces. No debe de ser mucho el tiempo que te queda para vivir " odiosas rutinas ", aférrate a tu marido, que con él de la mano, seguirás el resto de tu vida, con ninguno más, solo tu marido te va a respetar, como a ti te gusta que lo haga, solo tu marido te va a cuidar con dedicación, eres la madre de sus hijos, con solo un empeñito y ya estarás al otro lado. Tu narración está muy bien escrita y lleva muy bien el ritmo del desarrollo. Tienes mucho talento, te felicito y mis estrellas para que alumbren tu corazón. Ignacia
 
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