Era roca. Sólo antigua y dura roca. Desde hacía siglos nada había pasado por allí más que algún que otro carromato lleno de mercancías que se dirigían hacia la ciudad del sur...Visto desde la colina cercana de “la espabilá”, aquella roca se encontraba en un cruce de caminos de tierra: uno cogía hacia el sur; otro hacia el este; el tercero hacia el oeste...El porqué cuento esto no es de importancia, aunque nunca se sabe. Lo importante es que aquella piedra se movía. Era grande, quizás como dos personas juntas, pesaría unos seiscientos kilos, y ahora se movía lateralmente, como si una monstruosa fuerza la estuviera manejando a ras de suelo...o en el subsuelo. El sol caía en el horizonte y vetas anaranjadas lamían sutilmente el cielo.
Muchos de los que pasaban por el cruce, antes de tomar su respectivo camino, reflexionaban sobre la colosal roca. Unos pensaban que era la piedra bruta, sin desbastar, como el hombre sin conocimientos, sin información. Otros decían, que la roca representaba las obras morales y materiales de la inteligencia. Había quienes, los más, la vinculaban con el descubrimiento de las leyes y fenómenos de la naturaleza, mediante la observación del sol, de la luna, de los astros; todos ligados al orden periódico con que se suceden las estaciones y se definen los cuatro puntos cardinales. Con severa intención y enorme respeto, quien por allí pasaba, se inclinaba devoto y la declaraba como un ser viviente, un coagulo de sangre del Universo; una suerte de dios que le señalaba su derrotero. Después de dejarle su oración, a su estilo, se encaminaba...a su destino.
Y cuando empezaron a descubrir que la roca se movía, buscaban muy inquietos, el significado de ese mensaje que, tal vez, venia del centro de la Tierra.
La aglomeración que se había juntado en el cruce estaba expectante...más de dos días llevaba la piedra moviéndose a ras de suelo, bien hacia el sur medio metro, bien hacia el oeste...Nadie acertaba a encontrar patrón que distinguiese razón alguna en tamaño comportamiento. Incluso vinieron sabios y hacedores de milagros de lugares lejanos, mas ninguno encontraba nada definitorio en los pozos del té o en los hígados de pájaros muertos o aves despedazadas...Y la piedra seguía moviéndose.
Fue en el tercer día cuando la piedra desveló por fin cierto discernimiento, al acercarse a la misma encrucijada de los caminos...cuando llegó al centro mismo, cayó al suelo con voz rota y sorda, con un estrépito tal y de tan improvisto que todas las caras reunidas palidecieron...y muchos salieron corriendo campo a través...La roca cayó...
Nadie se atrevió a moverla, ni a tocarla: La gente sorprendida, no atinaba a comprender lo que estaba aconteciendo. Entre ellos se preguntaban:
--¿No será, esta piedra, un ser vivo, con alma y sentimientos y energía suficientes?
--No, las piedras no tienen alma.
--Oye, las piedras tienen alma y sentimientos y energía y tienen también su lenguaje propio.
--Y sus movimientos, por lo que se puede ver ¡hombre!
--Yo también creo lo mismo --entrò a tallar un tercero--Tal vez ella nos esté señalando el camino.
--¿cual camino? ¡Hombre!
--Pues claro, quizás ya se cansó de ver còmo nos pasamos la vida escogiendo senderos tan inciertos, cuando hay uno que es al norte, donde ahora esta señalando. Nos lleva al bienestar, a la comprensión, a la paz, a la convivencia...
Por su parte, estudiosos de las leyes de la naturaleza, sin adelantar juicios, escarbaban, rasgaban, olían... el enorme forado que había dejado la roca al abandonar de esa forma su morada. Algunos científicos, con extremada prudencia y sin adelantar juicios que aumentaran el desorden existente, calculaban la posibilidad de estar inmersos en un territorio de volcanes "que se estarían manifestando..." Otros especialistas, más reservados aùn, se inclinaban por creer, por el olor que despedía el huecaso, que era muy probable la existencia de una fuente de gas y petróleo...
¿Qué hacer, entonces, frente a la alternativa de encontrarse seducidos por propuestas terráqueas de tal envergadura?...
Fue el Domingo de Ramos...Una gran lluvia caía sobre todos los asistentes a “la roca” como se denominaba ya a tan famoso suceso...Cientos de peregrinos se agolpaban tras las tiras de plástico y barreras que los guardias y policías habían colocado alrededor de la piedra...Tiendas de campaña, de esas en las que los científicos trabajan, estaban plantadas cerca del fenómeno.
El día anterior, un murmullo había surgido de ese mineral sedimentario que todos observaban admirados y temerosos...Todo el día y la noche había continuado, aunque no fue hasta el domingo que paró y fue reemplazado por una ligera vibración en el aire, como una especie de carga estática que se distribuía por la atmósfera...
Luci era la encargada del proyecto “Roca”, o sea, en ella recaía toda la responsabilidad directa o indirecta de la investigación...cuando vio correr al doctor Lee en dirección a ella, sintió un vacío en el estómago, algo estaba a punto de suceder y no tenía ni idea de qué podía ser. Todos los medios técnicos y tecnológicos habían fallado...esa falta de control le exasperaba y el gusanillo del miedo le empezaba a corroer por dentro...
Allí donde la piedra cayó, una ramita verde surgía de la tierra, una ramita de olivo empezaba a crecer ante los incrédulos científicos y la piedra, la roca, se hizo añicos ante su perturbada presencia...
Los lugareños y peregrinos vieron como en una visión aquella rama convertirse en árbol, un olivo inmenso, tremendo, grandioso en su magnificencia... Todos oyeron claramente una voz que dijo:
“Susurren los ocho vientos, nazcan los caminos de los hombres, que se descarguen los males humanos y los facinerosos sean juzgados...susurren los ocho vientos...”
Allí, entre todos, había aparecido un nuevo camino, el del norte...y a lo lejos una luz intensa se acercaba veloz a ellos...
Rezaron...
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