Hubo un antes?
Despertó con el primer rayo y sintió su tibieza. Extendió un brazo y abrió la mano. Jugó un poco con la brisa. Respiró profundo. Al girar la cabeza descubrió el camino.
Primero, pequeños pasos. Después, zancadas. Cayó. Allí, en el suelo, sonrió pensando que el esfuerzo había valido la pena, sólo faltaba práctica. Se incorporó y comenzó otra vez con ese andar torpe, impropio de cualquier ser vivo.
El camino era seco, tanto que al andar ni polvo levantaba. A su derecha, los trigales parecían no tener fin y a su izquierda, los girasoles se negaban a mirarlo; quizá le temieran, o sencillamente quisieran ignorarlo. Esa fue la primera emoción desafortunada: indiferencia. Trató de no prestarles más atención. Recordó la palabra “peregrino”. Le gustó.
Un sol acuoso en el cenit y amenaza de lluvia. La brisa se había vestido de largo, corría impetuosa sobre los trigales. Olor a tierra mojada.
El revoloteo le llegó como un rumor, tan poco acostumbrados estaban sus oídos. Luego las sombras, moviéndose detrás de él, acompañando su andar. Sintió un pequeño peso sobre sus hombros.
-No deberías –dijo un cuervo.
-estar aquí –dijo el otro.
El peregrino se sobresaltó.
-Quiénes son ustedes?
-Cuervos.
-Y qué son?
-Pregunta qué somos –dijo un cuervo.
-Está loco –dijo el otro.
Y graznaron a carcajadas.
Humillación.
También piedad.
-Somos pájaros.
Rió.
Ingenuidad.
-Yo soy un peregrino.
-De peregrino no tiene –dijo uno.
-ni el aire –dijo el otro.
-Por qué?
-Nosotros conocemos dos cosas –dijo un cuervo.
-que pueden ser peregrinos. No más –dijo el otro.
-Animales y seres humanos.
-Vos no sos
-ninguno de ellos.
El uno dijo:
-Los peregrinos tienen
El otro completó:
-lugar dónde llegar.
Incertidumbre.
Una vieja canción llegó a la memoria, hablaba del sendero volviéndose infinito… “Sinsitio”. Quiso decirlo, pero la lengua se le trabó.
Los cuervos carcajearon otra vez.
Soy un peregrino que no sabe dónde va.
-Cuál es la diferencia entre los seres humanos y los animales?
-Muchas –dijo un cuervo.
-Por ejemplo: -dijo el otro.
-Los animales no matamos por placer.
-Eso es
-muy importante.
Asombro.
-Matar?
-Sí.
-Terminar con la vida.
-Vida?
Un cuervo suspiró aburrido.
-Esto es muy difícil –dijo.
-Estoy de acuerdo. Vámonos –dijo el otro.
-No, por favor, explíquenme!
-Vida: volar, ver, oír, oler, comer, procrearse…
-Yo vi a los girasoles!
-En serio? –dijo un cuervo.
-Y dónde están tus ojos? –dijo el otro.
Intentó buscar sus ojos, procuró describir para sí a los girasoles, pero no percibió más que colores. Trató de palparse el cuerpo.
-Los ojos? –musitó.
-Estas cosas que tenemos –dijo un cuervo.
-acá –dijo el otro.
Y se los mostraron.
Consternación.
El peregrino fue incapaz de encontrar los suyos, sólo sabía que había visto los girasoles y ellos voltearon ante su presencia.
-Yo olí la lluvia y sentí el viento! –se envalentonó.
-Será mejor
-que le digamos.
-Sí! Cuéntenme!
Pobre peregrino, contento sin motivo.
-Nosotros conocemos tres cosas
-que tienen vida.
-Animales, seres humanos y vegetales.
-Vos no sos ninguno de ellos.
-Entonces qué soy?
Los cuervos se miraron, por un instante parecieron temerosos.
-Nosotros conocemos cuatro cosas.
-animales, seres humanos, vegetales y espantapájaros.
La palabra estremeció al peregrino.
-Los espantapájaros no viven –dijo un cuervo.
-Están hechos de lata, paja, o de hierros oxidados -dijo el otro.
Se observó. Era un armazón de hierro. El óxido lo cubría todo.
Tristeza.
-Pero ustedes son mis amigos…
-Nosotros no somos amigos
-de los espantapájaros.
-Nuestra naturaleza es
-ser enemigos.
-No tengo a nadie más –dos gotas de óxido cayeron manchando la tierra seca.
-Allí hay otra cosa –dijo el cuervo.
-que podría ser tu amiga –dijo el otro y señaló hacia la izquierda.
-A cada quien
-Un lugar.
-Los espantapájaros deben
-estar inmóviles y asustando a los cuervos.
-Yo no quiero asustarlos!
-Pero ese es tu
-camino.
Graznaron mientras se iban.
El peregrino quedó solo.
Qué manos me habrán creado? Con qué pretexto?
Comprensión.
Cruzó el alambrado. A medida que avanzaba pudo intuir miradas tímidas, pero lo maravilloso fue sentir esas hojas acariciándolo, como una bienvenida. Los oídos que no tenía escucharon estas palabras:
Camino no siempre significa un infinito en el horizonte. Hay caminos que no llevan a ningún lado, y ese ningún es el lugar correcto. También hay peregrinos que no necesitan caminar.
Entonces hundió sus piernas de hierro entre los girasoles.®
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