Cerrando el círculo sobre el cuerpo amorfo, casi al borde de la desnudez, la gente pasa, mira, se sienta al lado, toca para ver si es cierto. Uno pasa y se limpia el zapato, otro se seca las manos, un grupo ni cuenta se da…
Es así. Todo el tiempo caminando por encima de alguien, escupiendo en su rostro, sin saber que es un rostro, mucho menos SI hay alguien.
Otro día. Lluvia.
Poca gente, la que pasa lo hace casi a tres centímetros del suelo, un poco para no mojar los zapatos y otro por pensar en quien estuviera allí.
Un día, uno de tantos, no pasó absolutamente nada.
No hubo eclipse solar ni lunar, no hubo grandes estruendos, no hubo ni bombos ni platillos, ni gente cortando el tránsito ni nada de eso nací yo.
Yo era eso que estaba gestándose, entre el aluvión del verano y la llovizna otoñal, el charco al borde del cordón de la vereda, la temperatura de las calles, el color de las hojas caídas, el sabor del pan en el horno de barro, la última cena de cristo, el indicio de luz que viene de muchas partes….
Y ahí aparecí yo.
- A escena!
A desplegar el más grande de los actos, a ser yo mismo, sin libretos, sin maquillaje, sin telón, sin foro para hacer mutis, sin abrigo en invierno y en invierno hace mucho frío pero más de soledad.
Caminé hacia el público, saludé al palco y te vi. Estabas tan hermosa como la última vez que apareciste en mi vida. ¿te acordás de las existencias pasadas? ¿Te acordás que te amaba a más no poder? ¿hasta que se me salía el alma alegre por los poros?
- ¡qué hermoso verte de nuevo!
Ni el devenir del tiempo borró de mi memoria de qué manera voy a amarte, como lo vine haciendo desde siempre.
Termina el segundo acto, saludo a la platea, saludo a los palcos y ahí estás vos regalándome tu sonrisa bella, el brillo de tus ojos como un gran reflector que sólo me ilumina a mi, a mi y nadie más…que feliz que soy…
(se apagan las luces)
Sale el sol, me despierta la alarma de mi despertador, se dibuja una sonrisa en mi rostro, me levanto y te traigo el mate a la cama.
TELÓN