Cuando despertó estaba ahí, sentada sobre el filo de la navaja, al borde da la cama. No sabía exactamente cómo sucedió todo aquello. Las miradas esquivas solo podían llegar hasta la triste conclusión de que se había realizado el acto sexual, no el acto amoroso.
¿Pero por qué esa sensación de tristeza? ¿Por qué esa sensación de que, al concluir ellos, todo había acabado ya? Nada es como ayer, el pasado es eso que se va, que dejamos, a veces sin quererlo.
Hacia delante, todo, pero con esa triste sensación de nada. No hay más magia.
Esa semana estuvo pensando en dar el golpe final, en dar un vuelco rotundo a su vida. Tanto tiempo debatiendo si era el temor a entregarse uno al otro, si era inseguridad o simplemente el miedo, mejor dicho, terror a uno mismo. Con todos estos elementos era plausible buscar una salida, una vía de escape.
Sus características eran similares, un temperamento muy fuerte, o como dirían sus amigos, “cuando se enoja tiene un carácter de mierda que te la regalo”. Tal vez, este punto halla que tener muy en cuenta.
Una mañana saliendo del laburo, me lo encontré. Estaba ahí, apesadumbrado, como si algo no funcionara bien. Nos fuimos a tomar un café, cada uno en su lugar.
Nos sentamos, con mi otro yo, se sentó Aldo y se puso a llorar como un nene.
- pará, tranquilo. Aldo, ya va a pasar…
- es muy fuerte esto para mí, Aldo…
- las cosas fuertes son las que hay que bancar porque de ellas sacamos las mejores enseñanzas
- callate, pará vos con tanta boludez!
Tenía razón, uno cuando se encuentra en una situación asi suele montarse en el caballo aleccionador y empieza a darse consejos
Qué le vamos a hacer… A veces es mejor hablar con uno mismo aunque se ande esquivando y desviando la mirada del espejo. Hablar con uno aunque sea sólo en sueños.-