- Tengo miedo de perderte, mamita.
Es lunes, pero no he ido a la escuela. Mamá ha empeorado su estado y el médico más cercano está en el pueblo vecino, exactamente a unas cuatro horas de caminata por un trecho espinoso y malezado. No puedo dejar sola a mamá, por momentos le dan crisis horribles de asma, y tengo que ayudarla con los nebulizadores. Mi padre está lejos, o quizás cerca, en realidad no lo sé, lo único que sé de él es que es un buen médico, muy cotizadísimo, como dice mamá. “Algún día volverá, hijo. Sé que todavía me ama”. Y se pone a llorar sin motivo, le pregunto qué le sucede y ella llora más, a veces me abraza tiernamente y me repite que ella tampoco me quiere perder.
Pero es en estos momentos que extraño más a papá, nunca lo he visto, pero sé que curaría a mamá, la besaría seguro, secaría tiernamente su frente sudorosa con estos pañitos como lo hago ahora, arrodillado y tocando sus manitas pálidas y dulces, como cuando me sorprendía después de regresar del colegio, escondida detrás de la puerta, me cubría los ojos preguntándome, ¿mi niño lindo sabes quién soy?
Por eso, no me gustaría perderte mamá. Aún soy un niño, que está acostumbrado a tus caricias, a tus sorpresas, a tu amor… Felizmente, Verónica, nuestra única vecina, y su hijo, apenas enterados de la noticia, salieron al otro pueblo en busca del doctor. Y mientras tanto, y luego de estar atento a sus espasmos, le susurro a los oídos las hermosas poesías que en sus mejores tiempos me enseñaba………..Continues……..
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