Le gustaba salir a cazar, mucho antes de la salida del sol. Lo hacia solo, es como mas disfrutaba. Así, podía mirarlo todo con tranquilidad, sin dar explicaciones. Miraba las rocas, se fijaba en los árboles y las plantas que cubrían el terreno. Descubría sus propiedades, las que servían para sanar o comer, las malas y las venenosas. Todo se lo había enseñado a escondidas la Sanadora. Tenia curiosidad por todo lo que le rodeaba. Pensaba que saber muchas cosas era bueno, en algún momento de su dura vida le serviría.
Tenía unos diecisiete años, ya era pues, un hombre adulto. Su altura y fuerte constitución, hacía que los demás hombres de su tribu le respetaran. Las muchachas seguían con la mirada su cuerpo desnudo.
Pensaba en lo que haría cuando el fuera El Gran Cazador. Lucharía para que así fuese. Deseaba por encima de todo a una muchacha que era, una de las mujeres de El Gran Cazador. Además quería machacar a este, pues continuamente lo estaba humillando, pues por instinto veía en él a un próximo y duro rival.
Cambiaria muchas cosas. No dejaría que se abandonaran a los ancianos. Serian sus consejeros. No permitiría las brutales palizas que corrientemente daban los hombres a sus mujeres. Cuando naciera algún niño tullido no se le debía matar, para algo serviría.
Absorto en sus pensamientos, oyó un gruñido muy cerca de él.
Se quedo quieto, en tensión, sabía que animal era y él lo había acorralado sin querer y en esa situación, era muy peligroso. Lo vio, estaba muy cerca, notaba el olor de su repugnante aliento, los pelos que le cubrían su piel los tenia erizados, síntoma de un inminente ataque, su larga cola sin pelos la movía lentamente. Tendría unos 60 kilos de peso y una altura de 50 centímetros, color negro, patas muy cortas, dos dientes delanteros grandes y afilados, ojos inteligentes y maliciosos. Milagros de la evolución. Lentamente se fue retirando, en un momento dado hizo como si tropezara y se cayo hacia atrás. El inteligente animal viendo su indefensión se lanzó al ataque. Con su propio impulso se ensarto en la lanza con punta de silex que él había apuntalado en el suelo.
Rápidamente desolló al animal y todavía rezumando sangre, orgulloso se cubrió con su piel.
El sol empezaba a salir. El magnifico espécimen, se subió a una roca y extendiendo los brazos lo saludo. Su cuerpo desnudo solo cubierto con la piel del animal se recortaba con el cielo.
Al fondo se empezaban a distinguir las ruinas de la que fue gran ciudad del mundo antiguo. En el centro de ella, resaltaba la silueta de una gran torre metálica en forma de i griega invertida.
Ya estaba preparado, era el momento, corriendo se dirigía hacia su destino.
Alguien tendría dentro de poco, como mínimo, un fuerte dolor de cabeza.
El no lo sabía pero empezaba una Nueva Civilización. Vete tu a saber como la llamarían. ¿Parisiense, quizás?
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