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“Esa es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo mas importante del mundo sin poseerlo”.
Paolo Coelho, Once minutos.
El reloj daba las 3:30 a.m. Él estaba sentado en una silla al lado de la ventana viendo hacia fuera, sentía los ojos cansados y tenia un calambre en su brazo derecho, no había dormido durante toda la noche por miedo a soñarla de nuevo; entonces sin saber cómo, supo que ella ya estaba allí, volvió la vista hacia los muebles de la sala y la vio acostada en el sofá; sabia que ella no era real, en realidad nunca lo había sido: La primera vez que la vio fue en uno de esos sueños sin sentido alguno y la siguió viendo cada vez que soñaba, hasta que un día decidió acercársele y hablarle, en un sueño lleno de paz se enamoró de ella quince minutos antes que el despertador lo levantara la mañana de un sábado.
Pero ahora ella estaba allí: Dormida boca abajo, usando su bello brazo como almohada. Se levantó de su asiento y se dirigió a ella; la luz de la luna llena entraba por la ventana iluminando en un tono azul la sala, pensó que nunca la había visto tan hermosa: Su cara reflejaba una paz inmensa, su cabello castaño oscuro le cubría hasta sus hombros desnudos y sus labios rosa le gritaban por un beso.
Por un momento dudó, ¿Quién soñaba a quién? ¿Acaso en esta ocasión era ella quien lo soñaba? Porque él juraría que aún estaba despierto; debía tomar una decisión: Amarla todas las noches en sus sueños y perderla durante el día ò podía simplemente dejar de creer en ella.
El reloj sonó a las 6:00 a.m. del domingo, se despertó en el sofá y se pregunto que hacia allí.
-Tal ves un mal sueño- Se dijo a si mismo.
Pero esta vez no logró recordar nada y no volvió a recordar ningún otro sueño el resto de su vida.
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Texto agregado el 14-04-2010, y leído por 123
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