¿Y si tienen razón? ¿Y si ellos tienen razón? …
“Es posible” me digo… “Es posible”.
Pero ¿cuáles de ellos tienen razón?... No todos… no todos… pero ¿cuáles?
Pienso:“Si todos tuvieran razón… si todos tuvieran la misma verdad… deberían actuar igual…Sin embargo…”.
Estoy confundido… Algunos se parecen a mí… pero podría suceder que sean (que seamos) los equivocados.
Entonces… ¿a quién hacer caso?
Sus rostros desencajados, absortos, alarmados, expectantes, ajenos, distantes.
Todos diferentes… miran la escena de la que no me siento parte.
¿Qué me quieren decir? ¿Es a mí a quien le hablan, le gritan? ¿Es a mí? .
Muchos brazos en alto.
Muchas manos crispadas.
¿Qué señalan, en coordinado caos, sus dedos impares? ¿Me señalan?
Estoy desconcertado mientras las centésimas de segundo se eternizan y las voces se agolpan en un alud tormentoso.
Y si tienen razón?…
Y si yo no debiera estar aquí ?
Muchas veces no debí estar donde estaba.
Muchas veces no debí estar…
Pero seguí empecinado sobre el ring side… recibiendo esos golpes impiadosos… colosales pero, a la vez, tan familiares, tan cotidianos.
¿Me llaman?... ¿me aclaman? ¿Será que, por fin me aclaman?... .
¿Qué gritan? pero ¡¡¿QUÉ GRITAN?!!
No entiendo una palabra.
Pocas veces los entendí.
Arriba del ring no se entiende nada de lo que gritan…
Es cuando los golpes sólo llegan y llegan.
Golpes que llegan sin irse.
No me aclaman… No creo que me aclamen.
Quizás me repudian…
Quizá aclaman al que me golpea… Ése al que no veo…
Nunca veo venir el golpe… nunca lo veo.
No lo quiero ver venir.
Ahh, carajo !! Me duele el pecho y la cabeza.
¿Gritan, quizás, porque flameo y vuelo con mis tormentos?
Me duele la espalda en medio del ruido espantoso de mis huesos.
¿Son mis huesos?
La cuenta… el árbitro debe estar empezando la cuenta.
Escucho… “Uno, dos, tres, cuatro….”.
No, no escucho… Imagino … “cinco, seis…”.
¿Por qué no escucho la cuenta?... Si todos se han callado…
Hay tanto silencio…
Tanto silencio.
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Los camarógrafos corrieron superando a médicos y enfermeros.
El público apagó rumorosamente su propios gritos.
La bandera roja se agitaba frenética, suspendiendo la carrera.
La sangre roja… también.
Nada explicaba esa absurda invasión de la pista, caminando como zombie, en plena estampida de esas bestias de la “Formula 1”.
“¿Cómo titulo la noticia?” se preguntaron varios cronistas.
Su cuerpo era un guiñapo… ya antes de recorrer los 15 metros que lo estrellaron contra el guard-rail.
Su corazón y sus ilusiones ya eran un guiñapo desde bastantes años antes.
Nacieron guiñapo.
La ambulancia salió, sin urgencia, del autódromo. No había por qué apurarse…
Los camarógrafos volvieron a sus puestos.
Los coches volvieron a la pista, rugiendo.
La muchedumbre volvió a gritar… emocionada.
Al fin y al cabo… ellos tenían razón.
“Emocionante”.
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