Yo no soy porteño de nacimiento sino por adopción, la que ni siquiera decidí, cuando tenía quince años. Sin embargo, adoro a Buenos Aires.
Voy por la ciudad con mi taxi, vacío o con gente, haciéndome el momento para observar las cosas lindas de la ciudad. Yo digo que a la noche, sobretodo, la veo con ojos de turista..
Yo también sufro los problemas del tránsito, los baches, las inundaciones cuando llueve, el malhumor de la gente, la indolencia de los peatones y la total falta de respeto de otros conductores. Si, a veces, cuando quedo esperando en un semáforo en rojo, viendo como los demás siguen de largo, hasta me hacen sentir como un tonto. Si, cuando voy por la autopista, aún al máximo permitido, también parezco un idiota al que todos pasan. Y no importa si llueve o no llueve, la velocidad es la misma. El mensaje que pasan por televisión sobre la velocidad en el tránsito es así, tal cual, lo que dé...
También escucho a mis pasajeros. Cuando de mejor clase social son, más quejosos. Nada está bien. Ibarra, odiado. Telerman, odiado. Macri, todavía no dicen nada.... El gobierno nacional, odiado. La presidenta, odiada. Los políticos, odiados. Qué ciudad! Que la basura, que los cartoneros, que los hospitales públicos (que nunca pisaron probablemente), que los huelguistas, que los piqueteros. Y saben quien tiene la culpa? Por mayoría, Perón. Que habrá hecho cosas buenas y cosas malas, seguro, pero cómo puede cargar con tantas culpas de todo?
Parece que vivimos en un país aparte, que la ciudad no forma parte de la Argentina. Que estamos en una realidad idealizada, donde todo está mal, y si no está peor. Donde puedo escuchar que el campo está pasando por el peor momento de su historia, cuando está pasando por un buen momento (para no exagerar ni decir mi real opinión). Donde la inflación es la causa actual de todos los males, olvidando los índices que teníamos hace unos años atrás. Donde las villas parecen haber surgido en los últimos diez o veinte años nada más. Donde los pobres son pobres porque no quieren trabajar. Porque no se quieren ir al interior donde no consiguen gente para el campo (Oh! contradicción).
Y ni que hablar de seguridad! La muletilla, en las épocas de los militares esto no pasaba. No había asaltos, robos y secuestros como ahora. Ergo....... la solución? Que vuelvan?
Llega un momento donde tanta estupidez acumulada me saca de las casillas. Yo que soy fanático de los grises, que creo que nada es totalmente bueno ni totalmente malo. Que no creo en soluciones espectaculares, ni políticas que resuelvan todo. Aquí tengo todo servido. La culpa es del gobierno. Ah! Y el único honesto fue Illia, muletilla infaltable, aunque nadie pueda probar nada.
Ese límite me pone nervioso. Porque no puedo enfrentar soluciones mágicas con mi mundo de grises. Porque todo lo que diga es fanáticamente volteado. Porque nadie puede hacer nada bien.
Claro que yo creía que esto, en Buenos Aires, en mi ciudad, era un problema especial, exclusivo, no sabía si echarla la culpa a la oligarquía o al gorilaje, para no ser menos que los otros.
Viajaba a Ezeiza el otro día, con mi pasajero canadiense. Manteníamos una charla muy interesante sobre muchos aspectos de la vida y llegó el turno a la ciudad. Así que le conté, palabras más, palabras menos: Buenos Aires es una hermosa ciudad. Los turistas la ven maravillados, la aman, la aprecian. En cambio los que viven en ella la odian, odian todo, su ciudad, su gobierno, todo lo bueno y lo malo que pasa en ella, odian todo. Y no se por qué.
La respuesta de mi pasajero, que vivía en la gran ciudad de Montreal, fue corta y clara: En mi ciudad pasa igual.
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