Este era el título de una vieja serie, protagonizada por Ben Gazzara allá por fines de los sesenta, donde el protagonista sabía que tenía los días contados e intentaba realizar lo que deseaba antes de su previsto fin.
Esa misma sensación tengo al ver la gente en la calle, conductores y peatones, que se encuentran en los últimos momentos de su vida, y deben llegar sí o sí, lo más rápido posible, y sin importar a que precio, a su objetivo.
Claro que, cuál es su objetivo? Quizás poner el pie en la acera de enfrente para, luego de sortear peligrosamente los autos que circulan, corriendo y saltando, llegar a cruzar la calle y continuar caminando, lenta y tranquilamente, hacia un nuevo objetivo tan importante como el recién logrado.
O aquel que, en una calle o avenida saturada de autos, al ver que el semáforo se coloca en amarillo, apura el paso para quedar detenido en el medio de la calle, no pasando ni dejando pasar a los que intentan cruzar. Tan importante debe ser su objetivo que, ayer nomás al gritarle el temible insulto de “genio” a un señor que con su auto nuevo e importado no me dejaba cruzar, me miró con odio al grito de “boludo”.
Quizás ésta sea la cuestión, que yo soy el tonto y el equivocado. A veces lo pienso muy seriamente cuando me detengo en un semáforo en rojo y me quedo solito, mientras los demás pasan a mi lado como si no hubiera semáforo. Me siento un tonto!, lo seré?
Lo mismo me pasa cuando en la autopista llena de autos y lloviendo me pasan por todos lados, hacen luces desesperadamente. No se crean que voy a 40, seguramente voy a 80 o 90, con lluvia. Días pasados creo volví a nacer, cuando una kombi, luego de hacerme señales de luces me pasó raudamente y doscientos metros más adelante frenó mal, hizo un trompo, tambaleó y quedó mirándome de frente entre la lluvia, mientras yo sacaba los brazos a los que venían atrás para que frenaran.
Cómo me habrá insultado cuando demoró en pasarme unos preciosos segundos de su vida! Si casi, casi, eran los últimos. El problema es que podían haber sido mis últimos segundos también!
Ahora, qué fácil es ver el problema, aunque muchos miren para otro lado. O salgan urgente a ver cómo funciona el tránsito en otros países. Un poco de iniciativa por acá? O por allá? Esto sí que resulta muy difícil. Por qué no tomamos algunas medidas un poco espectaculares, dicen algunos? Sacamos a la Guardia Urbana, perdón, a esos los echaron todos porque los inventó Ibarra con Telerman. Sacamos a la nueva Policía de Tránsito –cualquier similitud con la Guardia Urbana está prohibida, ésta la inventó Macri -, la ponemos a hacer boletas en unas esquinas clave y listo, por ejemplo los dejamos hasta las diez de la noche....
No!!!! Basta de teatro!!!! Basta de parar al que va despacito por la derecha para hacerle controles de alcoholemia, mientras otros van zigzagueando por el medio de la calle a alta velocidad! Si hasta se fijan si uno lleva el cinturón de seguridad puesto mientras al costado circula el camión que recoge a los cartoneros y sus productos, con chicos, mujeres y hombres subidos arriba de las bolsas, mientras el camión nos va provocando cáncer instantáneo con su fumigación, sólo comparable a la de muchos colectivos nocturnos, ah! Y me olvidaba, los camiones que llevan volquetes y los de soda, o no?
Todo lo que deba empezar por Educar es seguramente difícil. Obliga a pensar, a efectuar planes a mediano y largo plazo, plazos que generalmente superan a un gobierno. Entonces, para que pensar en futuro si mis ideas las puede recoger un gobierno opositor? No! Eso nunca! Y yo creo que aunque no sea opositor, si no soy Yo, tampoco!
Pero para muchas cosas, una enormidad de cosas, no podemos sino pensar en futuro. Imagine una empresa pensada para cuatro o cinco años, nada más... Perdón, ahora que lo escribo, sí lo pienso, quinto año dinero en un paraíso fiscal! Buena idea! Alguien lo habrá hecho alguna vez? Pero, volviendo a lo que nos ocupa, es absolutamente necesario mantener políticas coherentes en el tiempo en el ámbito educativo, en todos los órdenes.
El problema es que, cuando hablamos de educación, nos limitamos a pensar en la escuela, primaria y secundaria, quizás el preescolar. Que tal si escribimos una Ley que diga que la educación en estos tres niveles es obligatoria. Sería genial hacerlo. Resolvimos el problema! Cuánta gente piensa así?
Pero, sin discutir sobre la educación escolar, debemos considerar que la educación es algo absolutamente más amplio que eso. Está en cada hogar, en la calle, en absolutamente todos los lugares. Existen muchas formas de educar y una, fundamental, es la de educar sin decirlo, con los actos y el ejemplo.
Cuantas veces escucho decir a fanáticos del “Primer Mundo” que allá no pasa eso, que si alguien tira un papel lo multan al momento, que nadie va más rápido que la velocidad permitida porque lo detectan y lo detienen. Mentira! Ese ideal para algunos (no para mí) es una idea tergiversada de una realidad autoinculcada, más próxima a las teorías gorilas - que yo creo gozan de muy buena salud todavía, para desgracia – que parten de una premisa básica, allá todo es bueno, aquí todo es malo – y de paso agregan, y Perón tuvo la culpa -. Nunca lo escuchó? Lleve en un taxi a una señora de Barrio Norte – ahora parte de Recoleta – y me cuenta.
Que hay leyes que se ocupan de la educación, lo sé. Que hay personas que bien intencionadamente trabajan por la educación, lo sé. Que hay realidades concretas en ese campo, lo sé. Pero, señores, NO ALCANZA. Es necesario más, mucho más. Son necesarias muchas “tormentas de ideas” (brainstorming para la administración moderna). Es necesario llevar adelante las ideas, aunque sean pequeñas, pero sumadas una a una, pueden forjar un cambio.
Porque no hablamos de cambio del sistema educativo. Estamos hablando de cambios en nuestro sistema de vida, en la forma de relacionarse de nuestra sociedad. Estamos hablando de cultura popular, aunque a muchos no les guste. Estamos hablando de pautas culturales comunes para todos. Que tienen que ver con nuestra forma de vida, de la que el tránsito es un solo aspecto, que tienen que ver con el conocimiento de nuestra historia en todos sus aspecto, de nuestra realidad de vida.
Porque seguramente desde la cultura mejoraremos nuestra calidad de vida y, aunque no se crea, combatiremos la pobreza, el sometimiento y podremos crecer socialmente. Brindemos las armas necesarias – no las que se usan ahora para asaltar! – para ser mejores. Quién se anima sin que le de vergüenza?
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