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Nunca fuiste mi amigo, ni mi amante ni mi pareja. Solo los encuentros casuales al verte al pasar, paradito por Marcelo T. Como esa última vez, ahí por enero, que ni siquiera te reconocí y casi saltaste sobre el auto para que te viera. Estabas precioso, no sé que te habías hecho, pero te vi más lindo que nunca. Nadie te hubiera dado tus veinticinco años, creo que ni siquiera veinte. Quizás ese día charlamos mucho más que otras veces. Siempre hablando de tu novio, de lo que él hacía, creo estaba en España por esos días y vos quejándote que te dejó solo. Pero no había vez que no te viera que no hablaras de él, daba envidia como lo querías, en esa relación aparentemente tan extraña, que sólo entendí un tiempo después.
Antes de hablar por primera vez con vos te conocía de vista. Siempre me habías llamado la atención, parecías tener un ángel especial. Pero te veía en el boliche y no me gustaba lo que hacías. Hasta que un día, de casualidad, buscando un chico que conocía te acercaste al auto, te pregunté por él, y terminaste dando una vuelta conmigo. Ahí empecé a conocerte, a escuchar esa vocecita que me resultaba dulce y cautivante, a descubrir el chico que había detrás de lo que yo había visto.
Ya para ese entonces ni te dejaban entrar al boliche, pero ibas a la salida a buscar a tu chico que allí trabajaba. Ya hablabas de él y tenías muy claro la diferencia entre lo que hacías para ganarte la vida y a quien querías. Te seguí viendo, a veces seguido, a veces cada varios meses. Solo unas pocas veces me llamabas, para ver si te alcanzaba a lo de tu hermana o a tomar el colectivo para volver a tu casa. Nuestros encuentros eran casi aleatorios, y generalmente se limitaban a dar una vuelta en el auto, llevarte a ver los lugares que querías, pagarte un pancho y una gaseosa y soportar el infaltable mangazo. Mangazo pequeño y con gusto, aunque sea por verte un ratito, por escucharte, aunque a veces me preocupaba que repetías las cosas, como si no te acordaras que lo habías ya dicho un ratito antes.
Te tomé cariño, trataba de filtrar algún consejo en la charla. Así como fui de sincero el día que subiste al auto por primera vez. Recuerdo haberte contestado que sí, te conocía de verte en el boliche, que siempre me habías llamado la atención, pero nunca me acercaba porque te veía con gente que no me gustaba y ese maldito polvo blanco que tantas veces me dijiste no tocabas más. Y desde ese entonces siempre repetías la promesa que nunca supe si cumplías o no.
Había dentro tuyo una ternura especial, una ternura que brotaba en tu voz, en tu mirada pícara. Algo más había detrás, quizás una tristeza por la falta de contención familiar, quizás la pena de no hacer algo diferente, nunca lo descubrí y hoy siento no haberlo intentado.
Pasaron algunos meses que no te encontré desde ese enero. Mirando siempre cada vez que a la noche pasaba por Charcas y Ecuador a ver si te encontraba, pero no, no estabas. Casi hasta me hacía feliz no verte porque suponía estabas bien, no tenías que estar en la calle, estarías con la persona que vos querías. Ni siquiera intentaba llamarte, nuestros encuentros no eran programados, parecía una regla debían ser casuales, aunque fuera para saludarte un toque y seguir mi rumbo.
Pero no sé por qué se me ocurrió mandarte un mensaje los primeros días de abril. Supuse te extrañaría, pero quería saber de vos. Me resultó raro me desconocieras, pero luego ví era otra voz, me pidió vernos un momento y ahí fui, para encontrarme con la noticia. Te habías ido para siempre. Advertí el dolor de tu novio al contarlo, sentí el enorme cariño que te tenía y entendí un poco más esa relación para mí tan extraña.
No fuiste mi amigo, ni mi amante ni mi pareja, fuiste Nahuel, ese chico dulce y tierno que me gustaba encontrar, charlar, pasar un rato juntos. Se que te llamabas José, pero no importa, voy a seguir buscándote en las esquinas esperando el milagro de verte. Me quedo con el recuerdo de la última vez donde estabas más bonito que nunca. Cierro los ojos y te veo y lamento no me hayas pedido ayuda ni haberme dado cuenta. Cierro los ojos y te veo y quiero quedarme con ese recuerdo.

Texto agregado el 13-04-2010, y leído por 183 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-01-2014 Me parece leer una buena muestra de la narrativa, que muestra la admiración y amor visto de perfil, entendida como amistad, en el ámbito de la homosexualidad. Encuentro una nostalgia, un pesar por lo que pudo haber sido y nunca se materializo. Felicidades. Andrea Guadalupe. AndreaGpe
08-10-2013 No sé, la narrativa muy buena, el texto definido y la vaguedad del amor inusual tan relativo y marcado hacia un encuentro que no quieres marcar! Para serte sincero me pareció una relación homosexual entre el amor y la ternura! sigfrido
 
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