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Debió empujar con todas sus fuerzas para mover apenas el portal; sus goznes se atascaban por el óxido. Poniéndose de costado consiguió deslizarse dentro del lugar donde todo era abandono. Allí dominaba la tristeza, el dolor y la muerte. El perro que lo seguía no se atrevió a entrar y quedó en la puerta aullando lastimeramente.
Entrecerró los ojos para acostumbrar su vista a la semipenumbra ocasionada por
la sombra de los pinos que se elevaban al infinito y no permitían ver el cielo. La brisa
balanceaba el ramaje con susurros de tristeza.
Comenzó a distinguir las tumbas y caminó unos pasos buscando con avidez la inscripción.
¡Allí estaba! Se acercó para cerciorarse y pasó sus dedos por cada una de las letras esculpidas en la lápida. El frío del mármol le llegó al alma aumentando su aflicción.
¡Estaba finalmente ante la verdad: la de la muerte! No importaba ahora el tiempo empleado en la investigación, ni las huellas que habían ido apareciendo para volver a perderse en un universo de dudas.
Escuchó el silbato del tren. Su tac…tac repiqueteaba sobre las vías y perpetuaba en su mente la constancia que sólo le había servido para encontrarse con el final que no quería admitir.
Aspiró nuevamente el olor de los pinos que todo lo envolvía sobresaliendo apenas del vaho que se levantaba de las tumbas. Quiso llorar pero sus ojos entrecerrados apenas se humedecieron en el revés de sus párpados. Ya no tenía lágrimas.
Volvió a sentir ese gusto en la boca, el del sabor de la sal que el aire subía desde el mar, producto de las olas que se pulverizaban al golpear impetuosamente contra los peñascos asesinos del acantilado.
Su corazón ya no podía aspirar al perdón que había perseguido durante tanto tiempo, único objetivo de la búsqueda. Sintió que se había acabado la esperanza hacía tiempo convertida en la razón para seguir con vida.
Sin abrir los ojos, vio su cuerpo parado frente a la sepultura mientras la figura borrosa de su espíritu caía sobre ella.
Con movimientos de autómata introdujo su mano en el bolsillo. Sus dedos percibieron el frío del metal.
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Texto agregado el 13-04-2010, y leído por 195
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